Capítulo 22

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Capítulo 22.


ALEXIS'S POV.


Durante esa tarde, me había dado cuenta de dos cosas, la primera era que Mía era muy gallina, y la segunda era que, tener su cuerpo pegado al mío era más satisfactorio de lo que alguna vez me pude haber imaginado. Es por eso que cuando nos llamaron para desayunar me pesó tener que despegarme de ella, no quería hacerlo, quería quedarme dentro del agua con ella hasta que se nos arrugara la piel y nos hiciéramos pasitas.

Desayunamos muy ligero para guardar espacio a la hora de la comida cuando estuvieran listos los pescados al carbón. Dani había robado una botella de tequila de papá y habíamos estado bebiendo toda la mañana a paso lento, pero aún así comenzaba a sentirme un poco más feliz y torpe de lo normal. Mía después de haberme reprochado, para el mediodía ya tenía su propio termo con tequila y toronja.

Aunque habíamos venido pasar tiempo juntos entre todos, cada quien estaba por su lado. Mi padre y Fernando pescaban en la orilla del muelle, era la primera vez que él pescaba así que mi padre estaba feliz de enseñarle cómo. Mi madre y Abigail habían estado un buen rato en la manta acostadas mirando no sé qué cosa en el celular de Abigail, pero parecían muy entretenidas. Así que se me hizo buena idea ir a la barra a prepararles mi especialidad para que se refrescaran un poco. Además, a mamá le encantaba y sabía que Abigail disfrutaba mucho de beber vino.

Comencé a cortar fresas y frambuesas en trozos muy pequeños.

—Hola —en un susurro se acercó a mi oído.

Quería decirle que tenía que dejar de hacer eso cada vez que se acercaba a hablarme, porque de pronto me ponía torpe y distraída y justo ahora me podría haber rebanado los dedos.

—¿Qué haces? —quiso saber asomándose curiosa sobre mi hombro detrás de mí.

Clericot —seguí cortando con cuidado la fruta.

—¿Puedo ser tu ayudante? —preguntó enérgica colocándose a mi lado y robando un pedacito de fresa de la tabla para cortar.

—Puedes alcanzarme la jarra de vidrio que está en la mesa —pedí señalándola con la cabeza.

Me obedeció y velozmente fue por ella.

—¿Ahora qué hago?

—Llena menos de la mitad con hielos.

Piqué la manzana del mismo modo y al final junté los pedazos de fruta con el cuchillo en medio de la tabla.

Mía dejó la jarra a un lado de mí y me miró expectante haciéndome reir.

—Qué te hace tanta gracia —me miró suspicaz.

—Nada —negué tomando la botella de vino comenzando a destaparla con el sacacorchos— te ves linda con tanta energía

—Es el tequila —dijo risueña acomodándose el pelo hacia atrás.

Quise decirle que tampoco hiciera eso, porque su cuello de pronto había comenzado a parecerme llamativo, y no supe si era el alcohol en mi sistema o por qué repentinamente quería acercar mi nariz y olerlo de cerca.

Mordí la parte interior de mi mejilla queriendo concentrarme en lo que estaba haciendo, pero entonces la castaña se había acercado a hacer algo tan simple como tomar otro pedazo de fresa, rozando su cadera con el costado de la mía.

Odiaba estas sensaciones que repentinamente Mía comenzaba a despertar en mi cuerpo, era confuso cómo habían comenzado últimamente a aumentar, antes las había notado, sí, pero eran tan insignificantes y me parecían normales. Y no sabía si era porque tenía tres termos de tequila encima desde las 9 de la mañana que habíamos salido de casa o sólo ese bikini amarillo le quedaba estúpidamente bien.

IN BETWEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora