Capítulo 16.

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Capítulo 16.


ALEXIS POV.


En el mundo existían personas difíciles de leer e impredecibles.

Mía Bellizzi era una de ellas. No entendía muy bien cómo era que había pasado de estar evitándome las últimas dos semanas en la escuela a de pronto encontrarse en el marco de mi puerta toda cohibida para después de la nada comenzar a cotillear por ahí con curiosidad y queriendo saberlo todo de mí dispuesta a escucharme sin parpadear. Y luego estaba mi maldita debilidad salida de quién sabe dónde, de querer contárselo todo con detalle a pesar de que se trataba de temas que no tocaba casi nunca, ni siquiera con mi mejor amigo.

Muy pocas cosas me descolocaban en el mundo, y Mía era una de ellas.

La habilidad que tenía de hacerme hablar sin miedo a sentirme vulnerable frente a alguien era algo que seguía procesándolo. Prácticamente le había dicho algo que a nadie antes le había dicho, y sorpresivamente se sentía tan malditamente bien sacármelo del pecho por primera vez.

Los ojos índigo de Mía me miraban apacibles, era inevitable verla a los ojos y no pensar en que tenía el mar caribe impreso en ellos. Su forma de mirarme siempre con calma e intriga era algo que me parecía diferente, y de alguna manera me gustaba saber que era genuino su interés en mí. Mía parecía querer conocerme de verdad, y yo parecía estar dispuesta a contarle todo si ella me lo hubiera pedido.

—Deberías decírselo —musitó— no puedes solo esperar a que las cosas ocurran.

—No quiero defraudarlo —dije— ni a él ni a el equipo.

—Entonces te estarías defraudando a ti

Era verdad lo que decía, pero aún sabiéndolo, no iba a simplemente dejar a todos colgados.

—Además no lo vas a defraudar, es tu padre, te ama por sobre todas las cosas. Y creo que tú también lo sabes —continuó— y por otro lado, las chicas lo superarán... no te creas tan importante Alexis Parker —intentó bromear.

Estuve callada unos segundos dándole vueltas a lo mismo de siempre, no era la primera vez que consideraba genuinamente mandarlo todo a la mierda y dejar el equipo de una puta vez. Pero siempre, terminaba en la misma conclusión, podría tener momentos de valentía fugaces y prometerme hacerlo, pero al final, sabía muy bien que eso nunca ocurriría. Entonces decidí dejar el tema en paz.

—Nunca se lo había dicho a nadie... ¿De dónde has salido Mía Bellizzi? —las palabras salían de mi boca sin si quiera pasar por mi cerebro antes— que llegas y de pronto es tan fácil hablar contigo las cosas que nunca hablo con nadie. Es muy extraño

La observé sonreir con un dejo de rubor que casi pasaba a desapercibido.

—Me pasa igual —masculló mirándome directamente.

No había dejado de mirarme a los ojos desde que las cosas se habían tornado personales. Sus mejillas estaban rosadas, y no sabía si era que se había ruborizado o sólo así eran por naturaleza. Entonces hice lo que casi nunca me permitía hacer cuando la tenía cerca, y detallé su rostro sin miedo a parecer una rara. Y fue sorprendente darme cuenta de la cantidad de pecas diminutas y casi invisibles que salpicaban parte de su nariz y mejillas. De detallarla tan a fondo saqué dos conclusiones, la primera era que la belleza de Mía Bellizzi era fuera de este mundo y la segunda era que quizás ahora entendía en todas las dimensiones posibles, por qué River Valley la consideraba algo así como una eminencia.

—¿Me enseñas cómo jugar? —me pidió tomando el control que había quedado olvidado a mi costado.

Y un poco en contra de mi voluntad quité mis ojos de su rostro.

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