Uno

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Rex suspiro por onceava vez en el día, porque si había algo que le molestaba, era los cachorros en la antesala a la época del celo. Miró a los dos lobeznos y se pregunto si el a su edad, había sido un increíble idiota. Rex los observo gruñir entre ellos y dijo:

— No sé cual es el problema, aunque honestamente no quiero saberlo.

— Rast estaba acechando a mi hembra. — Mencionó uno de los jóvenes

Automáticamente el mencionado se puso en posición de pelea, haciendo que Rex pusiera los ojos en blanco y tomará a Rast del hombro, antes de que esto fuera a mayores.

— No hay hembras reclamadas, por lo tanto la joven es libre de follar con cuánto cambia forma le interese.

El joven que había iniciado la discusión se vio indignado, pero antes de que arrancara nuevamente el desafío animal, Rex tomó los hombros de ambos y de un solo tirón, los desplazó hasta que sus espaldas tocaron los árboles más cercanos en lados opuestos. Otra de las ventajas de desfogarse en el bosque, es que en las peleas frecuentes, no se dañaba el mobiliario.

— Vuelven a pelear por una hembra y se pierden la cacería de la luna llena. Último aviso.

Sin más, se dio media vuelta y se dirigió al pueblo. Una de las ventajas de ser un cambiante con genes de lobo era los innegables poderes que podría tener, como por ejemplo la fuerza, rapidez, la curación rápida o el magnetismo. Una de las desventajas es el fuerte instinto que rodea a los hombres y mujeres, muchas veces incontrolable. Los celos son una mala cosa, esa necesidad de tener a alguien como si fuera una tierra inconquistable por otros.

Si algo estaba seguro, jamás tendría una compañera. O al menos, no de manera voluntaria.

Su padre se había puesto en la mente que no le daría el mando del territorio hasta que no tuviera una compañera acorde al puesto y dinastía, por eso mismo buscaba en los alrededores, manadas poderosas que quisieran entregar a sus hijas para unir fuerzas y a su vez, dejar nuevos jefes en el territorio de Sidney

"Que estupidez"

Ya había tenido relaciones sexuales con al menos, todas las hembras solteras de su pueblo, y algunas de pueblos aledaños. Jamás repetía con la misma, no se permitía formar ningún tipo de lazo y para ser justos, tampoco esas hembras le despertaba eso.

Los compañeros eran fidelidad, protección y entrega para toda la vida. Algo con lo que él no pensaba vivir.

Una vez que llegó a la enorme casa en donde reside su familia, entró sin golpear la puerta. Vivía solo hace algún tiempo, era un hombre independiente de treinta y un años que le gustaba su espacio personal.

Rex era el mayor de cuatro hermanos. Tres varones y la pequeña Storm, que era el centro de coacción en la familia y que tendría su primera cacería este año.

Se adentro en la mansión y fue directo a las duchas que utilizaban los demás machos en la manada. Una ducha fría para eliminar los rastros de tierra y sudor del bosque, y estaría listo para encontrarse con su padre.

Se secó frente al espejo de cuerpo entero y pudo apreciarse con una sonrisa ladina. Era un macho alto, grande y fornido. De piel tostada y dura por el sol, cabello corto negro azabache y ojos castaños como dorados.

Realmente era un macho atractivo y disfrutaba de la vanidad que eso le traía. Aunque su sonrisa se desvaneció cuando recordó que todos esos placeres se verían limitados con la llegada de la esposa que su padre deseaba.

Bajo las escaleras de la mansión, estaba bien iluminada y los colores tierra predominaban en el lugar, fue directamente hasta el despacho donde sabía que se encontraba su padre. Golpeó unas veces suavemente y una voz profunda le dio el permiso de entrar.

Rex (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora