Doce (+18)

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Cuando un cambiaformas muere, hay una serie de ritos que deben realizarse.

Si el cambiante murió de vejez, su cuerpo debe ser enterrado en la casa donde vivió siempre; para que su alma vague en los terrenos donde vivió feliz. Allí mismo se sembraría un árbol que le daría vida, después de la muerte.

Si moría en combate, su cuerpo se quemaba en la pira de honor, para que sus restos se fundieran con el aire. Este cambiante, volvería a la vida inmediatamente, para reencontrar otra vida y servir con honor otra vez.

Y los deshonrados eran arrojados a una fosa común, en los extremos del territorio donde murió. Algunas de sus pertenencias se colgarán en lo alto de un poste o árbol, para que las futuras generaciones supieran que alguien había muerto y que este, no era digno de la reencarnación animal. Las costumbres antiguas, decían que también se debía marcar el rostro del indigno, por si este lograba escapar de la muerte, que no escapará de la vergüenza.

Esas leyes eran más viejas que las manadas mismas. Los primeros cambiantes las habían creado para mantener el orden en un mundo nuevo. Se decía también que todos los cambiaformas eran hijos de algún dios o demonio, con algún humano. Por eso las razas deben tener una jerarquía, aún después de muertos.

Rex recordaba cada palabra que su padre le había inculcado cuando apenas era un cachorro. Pensó en ese momento que era una estupidez, marcar un cadáver por si regresaba de la muerte, pero ahora las piezas se acomodaban y no creía que ese era el significado original.

Rasgo el rostro del felino que había desatado la tragedia en la manada, y principalmente en su vida. Sintió un acto de justicia, que no se podía explicar con ninguna otra cosa. Le pareció correcto demostrar a toda su manada que el muerto era un traidor de sangre, un machista y asesino.

Cuando se llevaron a Kat y se frenó un poco la algarabía de la pelea, salió un tema importante a la luz. Daniel había asesinado a su propio padre, quedando como el sucesor en su manada.

Manada que en este momento, no tenía un líder a quien seguir.

Finalizó la marca e hizo una señal al resto de los lobos que espectaban el acto. David y Seb cargaron con el cuerpo y procedieron a tirarlo en un pozo sin marca ni nombre. Era uno de los peores castigos, el no tener un lugar para que las futuras generaciones rindieran homenaje, o incluso lloraron su pérdida.

Aunque este bastardo no tendría jamás a alguien llorando en su lápida.

Le tendió la cuchilla a su padre y acomodo sus ropas. Quería terminar cuanto antes y volver a la casa que debería compartir con su compañera.

Su compañera...

Le dolía pensar en ella, la herida aún estaba muy fresca en su mente. Habían pasado solo tres días, pero en su mente dolía a cada instante. La imagen del rostro de Kat bañado en su propia sangre, era una secuencia que seguramente lo seguiría hasta el día de su muerte. El dolor en su pecho era innegable, su lobo no dejaba de llorar y se rehusaba a salir al exterior.

Se alejó de la manada y corrió al único lugar donde quería estar. Al pasar por las casas, podía ver como los habitantes lo miraban con pena. Todos en la manada sabían lo que había sucedido, cada uno en la manad se solidarizaba con él.
También estaba el hecho de que su padre anunció su retiro, y la asunción de Rex como el siguiente Alpha. Su padre consideraba que estaba apto para el puesto, solo necesitaba que su hijo terminara la transición del espantoso hecho.

Llegó hasta la puerta de la casa, y entró sin golpear. No se tomó el tiempo para quitarse las zapatillas de deporte, que estaban llenas de barro por correr en el bosque. A Kat seguramente le molestaria que ensuciará toda la alfombra blanca, sonrió al pensar lo que podría pensar la pelirroja, pero automáticamente lo descarto.

Rex (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora