Once

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- Rex...

Escuchó como Kat susurraba su nombre con miedo, su lobo estaba peligrosamente cerca de la superficie y estaba intentando no cambiar frente al felino que tenía sujeta a su compañera. Cuando rugió y ambos se dieron la vuelta, pudo ver por completo el rostro apabullado de la hembra felina, que solo quería acercarse a él.

Todo tipo de sensaciones negativas le da verla a merced de otro hombre, y aún más, al saber que él quería dañarla. Sus instintos más primarios le pedían que corriera hacia ella y las rescatara de las garras del gato malo.

Que paradójico...

El macho que la tenía sujeta, sonreía de manera sádica, como si esperara que se presentará para dar el gran golpe.

- Así que tu eres el perro mugriento que aparta de mí a Kat.

Rex no pudo evitar que un gruñido fiero se le escapara del pecho. La situación era mala y estaba en desventaja si Kat era mantenida como rehén. Evaluó todo el contexto. Al menos quince machos felinos estaban rodeando las inmediaciones del bar, por lo que intentarían huir rápidamente antes de que llegaran los ejecutores, junto con el resto de la manada.

Pudo oler sobre el humo del fuego abrasador en el bar, que cerca se encontraban Seb, Matt y David. No sabía exactamente sus posiciones por el cambio en los olores del entorno, pero si estaba seguro que lo cubrirían si algo le sucedía.

Aunque no podía arriesgarse. No por su seguridad, a él que lo partiera un rayo, si es que con eso garantizaba la integridad de Kat. Ella era su principal objetivo. Sus ojos verdes llorosos mostraban miedo e impotencia. Seguramente estaba indignada por no poder generar el cambio, y asustada por se la cautiva de ese macho loco.

- Deja a Kat y hablemos. - Intentó, como pudo, razonar con él

Daniel sonreía asquerosamente, tenia en mente un montón de cosas que podría hacer con la gata que se removía histeria entre sus brazos, pero una vez que se deshiciera del saco de parvovirus que le gruñía, e intentaba ser condescendiente como si él fuera un imbécil.

Con una carcajada le respondió.

- Crees que soy muy estúpido o que voy a dejar que me quites a la gata, otra vez.

Rex se colocó en posición de batalla y Daniel apretó la navaja en el cuello de la pelirroja, haciendo que una delgada línea de sangre corriera desde el corte hasta el inicio de su escote. Kat estaba enojada, asustadas y indignada.

Enojada con el idiota que la estaba reteniendo.

Asustada porque sabía que ese hijo de puta no tenía límites.

Indignada porque una vez más, ante una situación de vida o muerte, su puma no podía salir a flote.

Le enfermaba tener que depender de alguien, y aún más cuando su vida estaba en juego. Veía como Rex se contenía para no cambiar y asesinarlo. Entre ellos se había creado un vínculo que estaba por desarrollarse, pero casi que podía sentir y pensar de la misma manera que su compañero.

Su compañero...

Ese sabor tan dulce y amargo ante la revelación de que el hombre que más amaba en el mundo, estaba dispuesto a sacrificarse por ella. Sus ojos verdes conectaban con los dorados de él, sabía lo que quería y se negaba. Rex planeaba alejarla y enfrascarse de lleno en una pelea con Daniel.

No dudaba de su hombre, jamás. Pero ella sabía que el felino no era honesto ni leal, que tenía sus trucos sucios y también sabía que tenía una maldita motivación para salir victorioso. Ella.

Aunque le diera asco, tenía que admitir que Daniel estaba malditamente obsesionado con ella. Desde que la habían ofrecido en matrimonio a su padre, se dio cuenta del interés en ella. Encuentros fortuitos, comentarios de mierda y una seguidilla de persecución dentro de su manada. Todo eso la había llevado a escaparse de casa.

Rex (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora