Colors - Harry Potter

Christmas

Se acercaba la Navidad. Una mañana de mediados de diciembre, Hogwarts se descubrió cubierto por una gruesa capa de nieve que alcanzaba los dos metros de altura. El lago estaba sólidamente congelado, y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que persiguieran al profesor Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante. Las pocas lechuzas que lograron atravesar el cielo tormentoso para entregar el correo quedaron al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de retomar su vuelo.

La anticipación por las vacaciones era palpable. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor resplandecían con chimeneas crepitantes, los pasillos del castillo eran otra historia. El aire helado se colaba por cada rendija, haciendo que las paredes de piedra exhalaran un frío penetrante. Un viento gélido sacudía las ventanas de las aulas, tintineando los cristales. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, impartidas en las húmedas y sombrías mazmorras, donde el vaho de la respiración de los alumnos se elevaba como una fina neblina.

Eryx no estaba seguro de si debía quedarse en Hogwarts o regresar a casa por las vacaciones. La mayor parte de los Slytherin solían marcharse a sus lujosos hogares para celebrar con festines que, según su madre, eran espectaculares. Pero la idea de volver a la silenciosa casa familiar, donde la soledad lo envolvía como un viejo conocido, no resultaba más atractiva. Al final, decidió quedarse en el castillo. Tal vez la soledad sería más llevadera entre los muros de Hogwarts, aunque fuera rodeado por desconocidos.

Pese a no ser particularmente fanático del Quidditch, Eryx se enteró por las airadas quejas de Malfoy de que Gryffindor había ganado su último partido. Aquello no le sorprendió, pero como Slytherin, no pudo evitar un pequeño disgusto. El espíritu competitivo de su casa parecía haber calado en él más de lo que le gustaba admitir.

La decoración navideña era otro espectáculo digno de ver. La profesora McGonagall y el diminuto profesor Flitwick se encargaban personalmente de embellecer el castillo. Garlands de acebo y muérdago colgaban de las paredes, mientras enormes árboles de Navidad, decorados con orbes brillantes y velas flotantes, se alzaban majestuosos en el Gran Comedor.

Hermione, por su parte, partió a pasar las festividades con su familia. Antes de que se marchara, Eryx le entregó un pequeño paquete envuelto con papel verde y dorado. En su interior había unos cuantos productos de bromas de Zonko, un regalo que estaba casi seguro de que su amiga no usaría. Pero la pequeña sonrisa de Hermione al recibirlo hizo que el gesto valiera la pena.

Así fue como Eryx se preparó para afrontar una Navidad en Hogwarts, sin expectativas ni planes grandiosos, solo con la ligera esperanza de que, tal vez, el castillo le regalara un momento de tranquilidad entre su inmutable soledad.

La Navidad había llegado, y Eryx disfrutaba de los mejores días de su vida. Tenía el cuarto solo para él: nada de gruñones Malfoy, ni de apestosos Goyle y Crabbe, solo paz y tranquilidad. El silencio del dormitorio de Slytherin, interrumpido solo por el suave crepitar del fuego en la chimenea, era un lujo que rara vez podía permitirse.

Bajó a la sala común, donde las esmeraldas decorativas brillaban con un toque festivo. Allí, al pie del árbol de Navidad, se encontró con algunos regalos. Al acercarse, reconoció su nombre en varias etiquetas. Sonrió con curiosidad y tomó el primero, una caja grande envuelta en papel verde con detalles plateados. Una nota sobresalía del paquete, y al leerla, no pudo evitar reír ligeramente.

"Para Eryx Tonks, de Tonks. Pon patas arriba toda la escuela, espero tus relatos de bromas pronto. ¡Feliz Navidad, niño! Te ama, Tonks."

Eryx abrió la caja con emoción, encontrándose con un alijo de productos para bromas, el triple de lo que su prima le había enviado la última vez. Si Filch llegara a ver semejante colección, probablemente lo habría encadenado en menos de un segundo.