Capítulo 12. Verdadero problema

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Narrador omnisciente:

Abrió los ojos lentamente, tratando de acostumbrarse a la luz. Lo primero que pudo ver fueron sus piernas, notando entonces las ataduras en sus brazos a su espalda, unidos al respaldo de la silla de madera sobre la que se sentaba, y sus tobillos igualmente atados a las patas delanteras. No trató de resistirse al sentir su cuerpo entumecido y levantó lentamente la vista, observando un suelo y unas paredes grises de frío y duro cemento. Una puerta de metal cerrada frente a ella sin un solo agujero por el que ver al exterior se encontraba cerca de cinco metros de ella. Era una habitación pequeña, con una única luz que iluminaba sobre ella. Levanto la cabeza finalmente, notando dos hombres igual de fornidos que los de antes en las esquinas del lugar, vestidos completamente de negro y con los rostros cubiertos. Trató de girar su cabeza, notando su cuello un tanto adolorido por la mala postura, observando la pared del fondo. No había nada, una simple pared de cemento que la indicaba que estaba en medio de la sala. Lo único que había aparte de ella y esos hombres era la silla sobre la que se sentaba y la puerta frente a ella. Tomando algo de confianza al no ver nada peligroso trató de moverse, soltarse de las ataduras o al menos saber qué eran exactamente.

Cuerdas gruesas, resistentes y bien atadas alrededor de sus brazos, muñecas y tobillos.

Observó a uno de los dos sacar un teléfono de su chaqueta negra y mandar un mensaje rápido para luego guardarlo de nuevo. Movió su mandíbula al notar su boca pastosa y tragó saliva, observando las esquinas superiores de la sala. No había cámaras ni nada que estuviera vigilando, aparte de esos dos.

¿Qué queréis? —no obtuvo respuesta, a lo que tras unos segundos bufó para continuar observando la habitación, despertando completamente.

Fue cuestión de minutos que entrara en la sala otro hombre, vestido igual que los demás con el único cambio de que sí llevaba la cara destapada, mostrando un cabello tan corto y claro que a penas parecía existente, una piel pálida como la leche y unos ojos pequeños, claros y fríos. Al recordar el marcado acento de antes dedujo que eran rusos o de alguno de esos países del norte.

—Es una suerte que hayas despertado. —comentó, acercándose hasta quedar al frente de ella.

—¿Eres el jefe? —una sonrisa danzó sobre los labios del hombre.

—En efecto.

—¿Qué queréis? ¿Dónde están mis amigos?

—Tú eres esta, ¿cierto? —la mostró una fotografía de ella misma en la televisión cuando defendieron a Koro-sensei. Asintió, aunque no fuera necesario, esperando que le dijera lo que quería. —Vas a contarme todo lo que sepas sobre la super-criatura. —la chica sonrió sin poder evitarlo, ¿pensaba que la podría sacar algo así?

—Te has equivocado de persona.

—En ese caso, les preguntaré a tus amigos. —la sonrisa de (t/n) decayó ligeramente al escucharle.

—Ellos dos no tienen idea, uno siquiera estaba en nuestra clase.

—¿Y tú sí? —se acercó y agachó hasta quedar a centímetros de su rostro. —Cuéntame todo lo que sepas.

—Sabemos que exigió al gobierno ser nuestro profesor y eso fue mientras le tratábamos de asesinar. No sabemos más. —mintió, aunque intuía qué querían saber.

—¿Dónde se encuentra ahora?

—Acabamos con él.

—Debes de saber algo más.

—¿El qué quieres saber? ¿Cómo lo crearon? No lo sé.

—Quiero todo lo que sepáis. —ambos fruncieron el ceño y se amenazaron con la mirada, ninguno de los dos se iba a dejar ganar por las buenas.

Juntos (Karmaxlectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora