Split ends

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Estaba nervioso, no lo iba a negar. Era la primera vez que iba a un lugar así y, desde luego, también era la primera vez que acudía a una fiesta de aquella temática. Acababa de llegar y ya se estaba arrepintiendo, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Era el primer fin de año que no lo pasaba con sus padres y su novia.

Evidentemente, haberse quedado solo en casa hubiera sido una opción, pero, si ese iba a ser su plan, ¿por qué no había esperado un poco más para romper la única vida que conocía en mil pedazos? ¿Por qué no había esperado al menos a que se terminaran las fiestas...?

Quizá es que estaba cansado de ser alguien que no era. Quizá es que no pensaba empezar ni un sólo año más poniendo buena cara y fingiendo que su vida era perfecta. Por eso se había presentado en ese bar gay con unos pantalones muy apretados, un chaleco que dejaba ver prácticamente todo de él y... una diadema de conejito.

Cuando le dejaron pasar, dejó su abrigo en la consigna y se adentró en la fiesta con su conjunto, para nada poco revelador, y la riñonera en la que llevaba sus cosas. Echó un vistazo a las personas que bailaban a su alrededor, chocándose con alguna que otra, para después pedir perdón al instante, y decidió ir a la barra para pedir algo de beber.

Sabía que, fuese lo que fuese que le deparase la noche, sería mil veces mejor con un poco de alcohol en el organismo.

Se pidió una copa, la primera que leyó en el cartel, y se apoyó en la barra mientras esperaba a que le sirvieran. Intentaba mirar a las personas que tenía cerca, pero se sentía como si estuviera en aquel lugar de incógnito y no pudiese llamar demasiado la atención. Por esa razón, acabó mirando a la gente que bailaba en la pista, pasándolo genial en la última noche del año.

Cuando le sirvieron su bebida, dio las gracias y se la bebió sin preocuparse mucho de qué llevaba. No le importaba demasiado el sabor; sólo quería tener algo que hacer y que el alcohol le subiera a la cabeza lo antes posible, para poder desinhibirse y hacer que aquella noche valiese la pena, después de todo.

Pero ese deseo traía consigo cierta contradicción. Si quería que el alcohol subiera rápido, tenía que beberse rápido esa bebida, pero, si quería tener algo que hacer, para no hacer el ridículo delante del resto, tenía que apurar esa copa todo lo posible. Al menos, hasta que encontrase a alguien con quien bailar o hablar un rato, aunque fuese.

—¿Estás solo? —Le preguntó al cabo de un rato un chico de pelo oscuro; probablemente, negro.

—Ahmm... ¿Supongo...?

Jungkook se sintió estúpido nada más dar esa respuesta. O estaba solo o no lo estaba, pero esa respuesta tan ambigua, dada después de un momento de duda, era lo más vago y ridículo que podía decir. De hecho, el chico se rió y Jungkook no pudo hacer otra cosa que apartar la mirada, avergonzado.

—Avísame si te estoy molestando.

—No es eso —se apresuró a decir Jungkook, pasándose una mano por el pelo—, es que... no se me da muy bien entablar conversación.

—En ese caso, no te preocupes —dijo el chico, apoyándose en la barra y sonriendo de forma amplia—, a mí se me da bien hablar. Y, también, muchas otras cosas, te lo aseguro.

Jungkook sonrió de vuelta, aunque ya se estaba imaginando a qué otras cosas se refería el chico y no estaba seguro de querer entrar a hablar de esos temas con un desconocido. De hecho, cada vez se preguntaba más qué estaba haciendo en ese lugar.

—Oye, en serio, no seas tímido —le dijo el chico—. Aquí todos venimos a pasarlo bien y, créeme, con esa cara y ese cuerpo que tienes, podrías pasártelo muy muy bien.

One ShotsWhere stories live. Discover now