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Esperaron unos minutos, en eso, el mayor contaba a su hija recuerdos de cuando era una bebé. La gente que pasaba les miraban con preocupación, pero seguían sus caminos, hasta que una señora mayor se acercó a ellos preocupada.

—¿S–se encuentran bien?

—Oh, disculpe las molestias. Como podrá vernos, estamos pésimos, pero un amigo vendrá ayudarnos. No se preocupe, señorita. —contestó amable el de ojos violeta.

—¿Estas seguro jovencito? Podría–

—En serio, muchas gracias por tomarse las molestias pero no se preocupe, estaremos bien.

—Como usted diga. . .

La señora se marchó, dejando al dúo tranquilos en su burbuja nuevamente.

—Hija, ¿estas bien? ¿Necesitas algo? —esta negó.

El mayor aunque no lo demostrara por completo, se estaba muriendo de la preocupación por dentro. Está nervioso, pero tiene que mantener la calma para no traspasar su sentir a su hija.

Después de unos minutos, un auto se estacionó frente a ellos. La ventana de la parte de al frente se bajó, revelando a un hombre de cabellera roja con negro llevando lentes puestos.

—¡Andrés!

—Deja de llamarme así, idiota.

Este hombre salió del auto para abrir las puertas traseras, donde se supone que van a ir el dúo herido. Arrebató a la fémina de los brazos del moreno para así colocarla con mucho cuidado en el asiento trasero.

—Revisare su espalda de camino, así que ve adelante.

—¿Qué haces aquí con el doctor? —pregunta confundido el de ojos violetas, subiéndose al auto.

—Me avisó de lo que pasaba así que vine. Me preocupa más tu hija que tú, así que no te hagas ilusiones.

—Aaaahh, ¡llevo dos días encerrado y ni siquiera un saludo entre hermanos? Pésimo servicio. —suspiró, para luego ver al doctor a su lado— Doctor, es ella otra vez.

—Me lo imaginaba. . . Vamos a mi casa, ya pasé por el consultorio y ahí podré atenderla mejor.

Aseguraron las puertas para arrancar. La de hebras amarillentas estaba boca abajo, teniendo el de hebras bicolor es una buena vista de su espalda. Levantó un poco la camisa, la espalda estaba roja tanto por las marcas como por la sangre. Quitó un poco del líquido rojo, dándose cuenta de algo.

—No parece nada grave. —avisa este para dejar tranquila a la menor— Pero debemos revisar toda la espalda, y eso es posible cuando lleguemo a la casa del doctor.

—Esta bien. Revisenla a ella primero, me da igual mi bienestar.

—¿Entonces no importa morirte y dejar a la niña sola? —alzó una ceja el de lentes.

𝘼 𝘾𝙪𝙩𝙚 𝙊𝙧𝙖𝙣𝙜𝙚 𝘾𝙤𝙡𝙤𝙧 ━ Emma y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora