Rizos castaños regados por la almohada, parpados delicadamente cerrados, piel perlada por el sudor, brillando con la luz de la luna que entraba por el balcón de aquel hotel.
Su padre iba a matarlo si se enteraba de lo que acababa de hacer, eso si el castaño sobre su cuerpo no lo asesinaba antes. Suspiró pesadamente pasándose las manos por el cabello para quitárselo de la frente, todos debían seguir abajo en la fiesta de fin de año, su madre lo buscaría pronto para el conteo de medianoche, los padres del castaño no tardarían en hacer lo mismo y ahí estaban ellos metidos entre las sabanas, con una puta marca que los iba a joder permanentemente.
¿Cómo demonios llegó aquí?
Todo era culpa de su padre, él le había pedido quedarse en casa al darse cuenta de que su celo se había adelantado, pero tanto él como su madre insistieron con hacerlo ir y que estaría bien con un simple supresor, cosa que quizás habría pasado si el malhumorado omega no hubiera resultado estar en celo también.
Bueno, no era totalmente culpa de su familia, él tenía una necesidad enorme de molestar al diminuto omega cada que estaban juntos, en especial por lo enojado que estaba todo el tiempo, sus mejillas ardían tornándose rojas en cuestión de segundos y su mirada era fulminante apenas se acercaba a él.
Nunca un omega se había mostrado tan arisco a su alrededor, en general ellos saltaban a su alrededor engatusados por su fuerte aroma y atractivo físico, incluso se atrevería a decir que tenía una personalidad agradable, el único que parecía no notarlo era Joaquín.
Desde que eran niños solían pelear como perros y gatos, sus familias los habían forzado desde que tenía memoria a pasar cada minuto posible juntos, en las fiestas de la empresas de ambas partes, parrilladas de domingo, vacaciones en grupo y por si no fuera poco estaban en la misma escuela y en el mismo salón desde que iniciaron el preescolar.
A veces se cuestionaba si sus madres llenaban los documentos pidiendo que siguieran juntos sin importar el grado, porque con los años sus amigos habían tenido diferentes horarios, algunos ni siquiera se topaban con él en el receso, pero no Joaquín, Joaquín siempre tenía las mismas horas todo el tiempo. Sus maestros solían quejarse de sus constantes discusiones, hasta rogar a dirección que cambiaran a uno de los dos a un horario diferente, pero sus peticiones siempre fueron negadas.
No tenía idea como iban a reaccionar todos sus conocidos cuando se enteraran que la única persona que le sacaba canas verdes era ahora su omega. Pensó en el grito que daría Alejandra que siempre intervenía para separarlos en los pasillos, en las risas de Niko que llevaba toda la vida burlándose de su falta de autocontrol y en el ceño fruncido de Roy que honestamente no le tenía mucho apreció a Joaquín desde que lo escuchó insultarlo abiertamente en aquel juego de futbol.
Eso sin mencionar a los amigos de Joaquín que seguramente no reaccionarían mucho mejor, pero en medio de todo eso, imagino la cara del idiota de Vázquez, llevaba meses cortejando al castaño, estaba casi seguro de que los vio llegar juntos esa noche, pero quien diría que incluso con él a su lado, terminaría colgado de su cuello ocultos en un elevador mientras sus labios chocaban por primera vez en la vida. La verdad, quería ver su rostro cuando viera la marca en el cuello del castaño.
― ¡Emilio! ¡Sé que estás ahí! ―los aporreos en la puerta le recordaron que él tampoco había llegado solo a la bendita fiesta. Puso los ojos en blanco fastidiado solo de escucharla de nuevo, Seidy le ponía de mal humor y no de forma divertida como Joaquín, ella de verdad lo hacía rabiar. ― ¡Prometiste que sería una velada romántica y te viniste a encerrar a tu habitación!
Sus padres habían rentado cuartos para no tener que conducir de regresó a casa, estaban en un hotel lujoso bastante alejado del pueblo y eran al menos dos horas de camino para volver. Agradeció internamente que su madre se hubiera negado a darle una llave extra a Seidy para su cuarto, cuando recordó las palabras de su madre de no querer sorpresas como nietos en la preparatorio reparó en que ellos no habían usado protección.
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Champagne Problems
FanfictionPeleamos como perros y gatos, gritamos hasta quedarnos afónicos, ponernos juntos es como un encender un fósforo en una gasolinera. Y aun así me volvía loco de celos cada que Andrés tomaba su mano. Quizás Joaquín tenía razón y solo estaba confundido...