CAPÍTULO 5

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Llegué al que sería mi instituto, pero me quedé un poco desconcertada al darme cuenta de que en el centro no sólo entraban adolescentes, sino también niños pequeños. Estaba claro que este era uno de esos pocos sitios en los que el colegio lo juntaban con el instituto.

Otra nota que apuntar a la terrible teoría que empezaba a rondar mi cabeza.

Entré en el recinto y fui a secretaria para informarme. En información vi a una chica, de pelo largo y rubio, hablando con la secretaria.

Yo me senté en una de las sillas que había al lado y esperé a que terminase. Cuando lo hizo me asomé en la mesa.

-- Em... Soy nueva en este centro, ¿podría decirme mi clase y darme mi horario? Por favor.

--¿Cómo se llama?-- Preguntó la secretaria mientras miraba unas hojas.

-- Violet. Violet Hawking. -- Respondí.

--Sí, aquí está tu expediente. --Dijo ella sacando una carpeta. --Aquí tienes tu horario y la contraseña de tu taquilla.-- Dijo entregándome una hoja en la que aparecía una tabla con asignaturas y otra en la que ponía una serie de números. -- Tú aula es la de tercero B. ¿Astrid querrías mostrarle su aula a esta chica? Queda enfrente a la tuya.

La muchacha de melena rubia se giró para verme con sus ojos azules y asintió. Yo me quedé muda.

¿Ha dicho Astrid?

--Eh ¿vienes o que? -- Me dijo ella al verme parada.

Yo reaccioné. Asentí con la cabeza y la seguí.

Era Astrid ¡Astrid! Astrid la genio. ¡Astrid la inteligentísima chica de la saga! ¡La novia de Sam! ¡Era ella!

Aunque claro, en esos momentos ella aun no conocería a Sam. Él sin embargo, por lo que recordaba del libro, sí la conocía y estaba enamorado de ella ya desde hacía tiempo.

Ya hacía un poco que había tocado la sirena y todos los alumnos estaban ya dentro de sus respectivas aulas. Llegamos a la clase y, luego de indicarme cual era la mía, Astrid entró en la suya.

Peté a la puerta de mi clase y esperé mientras revisaba mi horario. Al parecer tenía lengua castellana a primera hora.

La profesora abrió la puerta y me mandó entrar.

--Siéntate en el sitio que veas libre señorita... -- Dijo intentando recordar mi nombre, que probablemente habría leído en su lista de alumnos.

-- Violet-- dije, ella asintió y yo me senté en el único pupitre libre que había, que estaba al fondo de todo.

Mientras recorrí la clase, pasando al lado de las mesas, vi varios rostros que me sonaban bastante, pero sólo por descripción.

Me senté en mi pupitre y la profesora nos explicó las frases sintácticas y nos mandó hacer unos ejercicios.

Al fin tocó la sirena que dió paso a unos cortos cinco minutos de descanso antes de que llegara el siguiente profesor.

Aproveché ese tiempo para escuchar las conversaciones aburridas de mis compañeros. Y también para intentar descifrar quien era quien, pues ya me estaba haciendo a la idea de que irracionalmente estaba metida en el libro "olvidados".

-- Hola, --me saludó una chica muy sonriente que se había levantado de su pupitre para ponerse al lado mía.

--Hola. -- Respondí intentando ser amable.

--Me llamo Bette.

--Yo soy Violet, encantada.

-- ¿Te gusta la música?-- me preguntó intentando darme un tema de conversación y, tras coger una silla, se sentó en frente mía con una radiante sonrisa.

Yo me quedé estupefacta. El profesor llegaría en cualquier momento. Sin embargo, me di cuenta de que ella no era la única que se había levantado. Prácticamente casi toda la clase se había incorporado de sus sillas y se paseaban por el aula charlando y un par de chicos hacían payasadas entre ellos.

--El profesor vendrá en cualquier momento.-- dije mirando a Bette a la cara.

Ella se rió como si le hubiera contado un chiste.

--El profe de mates siempre tarda un montón en venir. Media hora como mínimo. Y eso si viene.

-¿Qué? ¿Enserio?

--Enserio. --Volvió a reír.

Yo miré la clase otra vez. Estaban todos revolucionados salvo un chico que estaba quieto en su asiento sin moverse y como un poco tímido. Me fijé entonces en los dos chicos que estaban delante de todo junto a las ventanas y que hablaban animadamente. Uno de ellos sin embargo parecía más bien desanimado y miraba por la ventana al mar con nostalgia. Tenía el pelo negro y, aunque ni tan siquiera logré verle los ojos, supe quien era ese chico de inmediato. Sam.

¡Era él! ¡Era Sam! ¡Sam el héroe de toda la saga completa!

--Ese es Sam Temple.-- Dijo Bette sacándome de mis pensamientos.

--Om...

--Te lo digo porque como lo mirabas tanto...--Dijo con una sonrisilla tonta en la cara.

--A no, es que no se, me llamó la atención. --Respondí intentando disimular al percatarme de lo que ella había pensado.

Desvié la vista y la posé en una chica muy flaca que no estaba sentada muy lejos de Sam.

--Esa es Mary. -- Anunció Bette.

Yo seguí observando la clase y entonces volví a posar la vista en aquel chico tímido.

--Ese es Edilio. Él es nuevo como tú. -- Me aclaró.

Y solo falta... ¡Allí!

¡Quinn! El mejor amigo de Sam durante el primer libro. El chico rubio que hablaba animosamente con Sam era Quinn, no me cabía duda.

--Ese es Quinn. ¿Quieres que te presente al resto de la clase?--

Apesar de que negué con la cabeza ella hizo caso omiso de mi gesto y empezó a decirme los nombres de todos los chicos que había en el aula.

Al final él profesor no llegó y nosotras nos pasamos toda la hora hablando.

--,Que es lo que más te gusta hacer?-- me preguntó.

--Leer, escuchar música... Ese tipo de cosas. --Respondí. --¿Y a ti?

--Yo soy más de salir con amigos por ahí. No me ban mucho los libros y para  la música tengo gustos muy fuertes. También me gusta bailar un poco.

Yo sonreí. Definitivamente no teníamos nada en común. Sin embargo esa chica ya me caía bien. Era muy vivaracha y en el poco rato que llevaba de instituto ya había conseguido sacarme más de una sonrisa.

Tocó la sirena y todos volvieron a sus asientos y se serenaron. Miré mi horario. Al parecer ahora teníamos clase de historia.

Él profesor entró y anunció.

--Hoy hablaremos de la guerra civil y os recomiendo que estean atentos porque luego tendrán que hacer un trabajo.

Sin embargo nadie lo atendía ya, todos estaban mirando para las musarañas o observando el resto de la clase, incluida yo. Cualquier cosa era más interesante que el sermón que el profe estaba a punto de darnos.

Él comenzó con el sermón de la guerra civil. Vi a Sam mirando por la ventana de forma soñadora y supe lo que estaba a punto de suceder antes incluso de que ocurriese.

El profesor desapareció en esos mismos momentos como si nada. Yo tragué saliva. Si en algún momento había conseguido creer que no estaba metida en el libro, justificándo incomprensiblemente lo ocurrido hasta ese momento, la desaparición del profesor me había dejado claro que mi estúpido  deseo desgraciadamente sí se había cumplido.

Y para desgracia de muchos, en esos momentos, la catástrofe acababa de comenzar.

Perdida en la saga olvidados (En Pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora