Narciso Dorado

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Le sangré le hervía de pies a cabeza. ¿Cómo era posible?, que alguien como Terry, tan buen mozo y que aparte estaba alrededor de mujeres hermosas, siempre acababa por ir a los pies de la harapienta de Candy. Eliza se repetía sin cesar en su cabeza.
Su cara estaba cubierta por un color rojo intenso y sus cejas levantadas como de costumbre.
Neal los veía con envidia, no entendía que es lo que Candy veía en un tipo despreciable y vil como lo era Terry.

-Terry creo que..., yo puedo sola- dijo esta tomando los cordones del vestido y atándolos por si misma.
-¿Estás segura Candy?-le preguntó con dulzura Terry, murándola con ojos de cachorro que derramaban miel, ante las miradas penetrantes y llenas de fuego de sus visitantes.
-Si, segura Terry- dijo Candy riendo ligeramente- espérame afuera en un minuto iré- dijo empujándolo ligeramente de la espalda para sacarlo de ahí.

Candy cerró la puerta del armario y se recargó en ella suspirando profundamente- espero que no lo agobien tanto- se dijo a sí misma con cierta preocupación. Pero después recordó que era de Terry de quien hablaba, sonrió y se apuró en atar el resto de las cuerdas del vestido.

-Que sorpresa tener a alguien como tú por aquí- dijo Eliza mirando por arriba del hombro pero evitando la cara de Terry.
-¿Alguien cómo yo?, ¿a qué te refieres Eliza?, sigo siendo el mismo delincuente que en el colegio, lo recuerdas que fuma, toma y se mete en peleas.- le dijo a esta acercándose a Eliza sutilmente.
-Aléjate de mi hermana asqueroso inglés- dijo Neal, de una parándose con fuerza de la silla de descanso que Candy tenía en su cuarto. Este tenía los puños cerrados, casi enterrándose sus propias uñas en sus palmas.
-Pero que tenemos aquí, sigues siendo el mismo debilucho que necesita ayuda de sus ratas para realizar cualquier acción. Vaya pero que interesante...-Dijo Terry mientras frotaba su barbilla y miraba a la nada.
-No me provoques, maldito bastardo- dijo Neal tomando el cuello de la camisa de Terry.
-Conmigo no te conviene jugar así- dijo Terry tomando con fuerza la muñeca de Neal y doblándola causándole un dolor eminente.
-¡Suéltalo Terry!- gritó Eliza, algo asustada de aquel muchacho de destilaba chispas de sus ojos.
-Terry- dijo una suave voz, del otro lado de la habitación.
Terry al ver esa images soltó a Neal, haciéndolo caer de espaldas. Lo cual produjo una mueca en su cara y un dolor en el cóccix, del cual Eliza se ocupó.

Mientras Terry caminaba maravillado, ante la luz de aquella dulce chica que le robaba suspiros de constante.
-Candy, te ves...hermosa- dijo este soltando suspiros que hicieron que Candy se ruborizara.
-Gracias Terry- dijo esta mirándolo a los ojos, estos le brillaban de una manera especial, que sin duda la enloqueció.
-Solo falta una cosa- dijo el chico mientras sacaba algo de su bolsillo...
-Ejemm, ¿nos podría dar permiso?- dijo una voz irritante a sus espaldas.
Ambos voltearon al uníso y se encontraron con una Eliza que llevaba a Neal recargado de hombros- Pero por favor, ni que se hubiera caído tan fuertemente- dijo Terry para sus adentros.
-Claro pasa Eliza- dijo Candy en forma educada y tratando de no sacar algunas risas.
Esta tomó a Terry de los codos y ambos se movieron hacia un lado, dejando pasar a la peste...
Al escuchar la puerta cerrarse, Terry siguió...
-Bien en que estábamos- ambos se miraron y rieron ligeramente, con cierta complicidad en el mirar.- ¡Oh! si...Toda bella dama necesita adornar su cuello- dijo este mientras sacaba un lindo collar dorado, con decorados de flores y una pequeña perla en el centro que hacía resplandecer aquel collar.
-¿De dónde lo sacaste Terry?- preguntó Candy curiosa.
-Bueno antes de que mi damisela llamara por mi ayuda...- hizo una pausa mirando con complicidad a Candy- Revisé este enorme cuarto y bueno encontré esta belleza- dijo este mientras tenía aquel collar en su mano.- Y sin duda imaginé tu cuello luciéndolo y bueno el resto es historia...- dijo este mirando hacia abajo...
-¿Qué quieres decir Terry?, que fue lo que imaginaste...-preguntó Candy mirándolo algo asustada. Este estaba a punto de decir algo pero Candy lo interrumpió- No...no, no me lo expliques- dijo esta cerrando los ojos mientras reía.
Terry también reía, de lo roja que Candy se había puesto ante tal idea- Bueno mi bella damisela en apuros...- hizo una pausa para reírse- Vamos ya, date la vuelta-.
Esta hizo caso y se dio la vuelta, dejándole ver a Terry aquel bello cuello y parte de su espalda, al igual que sus hombros descubiertos, lo cual produjo un latir fuerte en el corazón de Terry. Con las manos algo temblorosas pasó sus manos hacia el frente de Candy, rodeándola para poder colocarle dicho collar.
Este al hacer contacto con la piel desnuda de Candy hizo que su vida se parara unos segundos.
Por su parte cada bello de la piel de Candy se erizó sin compás.
Al terminar de abrochar el collar Terry tomó los hombros de Candy y la giro para que ambas miradas se encontraran.
-Solo falta una cosa más- dijo este mirando a Candy fijamente.
Este alzó su mano derecha del hombro de Candy y con delicadeza tomó la punta del listón que tenía sujetado en una coleta los dorados cabellos de Candy. Tirando con sutileza este zafó el listón de tal agarre, dejando caer los cabellos de Candy a su espalda y hombros.
Este la peinó un poco y dijo- ¡Perfecto!, después de usted señorita Pecas- dijo este dando una reverencia.
Candy solo rio y negaba con su cabeza, pero su corazón está vuelto loco.- ¿Pero qué es lo que estás haciendo conmigo Terence Grandchester?- se decía a si misma.

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