Cuando Andrea presencia cómo su arte colapsa y pierde paulatinamente todo el sentido estético que alguna vez imprimió en él, decide buscar con desesperación una musa. Tomando una medida poco ortodoxa, suele citarse con mujeres desconocidas en un café de luces neón a la una de la mañana, alegando necesitar suma disposición por parte de su modelo. Sin embargo, este recurso solo logra vaciarlo más. El panorama pinta nebuloso hasta que sus perspectivas artísticas y de vida se ven alteradas en una noche otoñal, cuando conoce a Balthazar, un joven que acude a su encuentro aun cuando Andrea solicita únicamente féminas. Tras los tatuajes y ropas de cuero, el chico oculta un secreto que terminará deslizándolos hacia un desenlace tan crudo como melancólicamente hermoso. *** Nota aclaratoria: En esta ocasión, Andrea funge como nombre de varón.