--- Te quedarás aquí, es una orden.
La imperativa voz del peliplata llamo la atención del grupo de Inuyasha, que llenos de curiosidad observaban al hermano mayor de su amigo sostener a la miko futurista con una sutileza que contrastaba con su tono autoritario.
Y es que hacía meses que la pelinegra se unió al grupo de Sesshomaru, decidió alejarse de su platónico ex-amor y nunca imagino que encontraría al verdadero amor.
Sango tomó con determinación su Hiraikotsu y mirando a Miroku parecía pedir silenciosamente ayuda, pero antes que la pareja de enamorados se unieran en un combate mortal contra el Daiyōkai, Inuyasha intervino.
--- Están locos, no es algo que a ustedes les incumba, lo que esos dos hagan es asunto suyo.
--- Amigo mío, creo que te equivocas al pensar que lo que le ocurra a la señorita Kagome no nos interesa.
La castaña miraba atónita al chico de orejas de perro, como podía confiar en que su letal hermano no dañará a Kagome y como permitía que se comportará de esa manera con su amiga.
--- Inuyasha, concuerdo con su excelencia, no podemos dejar bajo el yugo de Sesshomaru a Kagome.
--- Ustedes dos son los que se equivocan, ese bastardo lo único que desea es protegerla, a ella y a quien lleva dentro de ella.
Los ojos de Inuyasha brillaron de una forma melancólica, pues sabía que la había perdido para siempre. Dió la espalda a sus amigos y lo último que escucho antes de dar un salto y alejarse de ellos fue al monje.
--- Siempre es una buena noticia, saber que tendrás un nuevo integrante en tu familia.
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:El señor del Oeste, a pesar de estar lidiando con las hormonas descontroladas de la que sería madre de su heredero, no perdió nada de lo que sucedió en torno a su medio hermano... Quizás era tiempo de integrarlo a su familia, a esa nueva familia que él y la pelinegra formarían.