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Esa chica estaba loca. Mis probabilidades de llamar a la policía estaban incrementando por segundo. Sin embargo, ni paraba de pensar que ella se veía totalmente débil e indefensa.
ーAl menos dime por qué necesitas cumplir un deseo.
ーDos deseos. ー Aclaró levantando dos dedos en su mano.
ーBien, dos deseos.
ーMe ayudaste. Y en mi país por ley se devuelven los favores.
ー¿Vienes de Canadá?
Torpemente lo asocié con que eran gente amable. Ella se veía confundida, estaba jugando con sus manos mientras hablaba conmigo.
ー¿También hay hadas en Canadá?ー Palmeé mi cabeza de nuevo. Era un estrés hablar con ella.
ーNo existen las hadas. ー Ella cubrió su corazón con su palma.
ーSi fuese como en Peter Pan me habrías matado.
ーEstás loca.
ーTodas las hadas lo están un poco.
ーAh, claro, ¿Dónde están tus alas?
ーSi estuviese en mi forma real, siquiera podrías verme. Ni escucharme.
ーAjá... ー Estaba comenzando a aburrirme. Pensé que se cansaría y se iría, así que jalé un libro y lo puse en mis piernas. Comencé a leer sobre la historia del arte.
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