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La tomé de la mano con tal declaración.
ーAsí no te caes.
La rubia me estuvo arrastrando por cada sitio colorido que se le cruzó en frente. Le compré un algodón de azúcar y ella no se cansaba de decir que no gastase en ella, que era feliz pasando tiempo juntas.
Me encantaba cómo podía cambiar de ser una chica infantil a una chica madura.
Ambas intentamos probar suerte en el tiro al blanco y me impresionó que ella no pudiese darle a nada ni para salvar su vida.
Seguía odiando que le dijese torpe, pero ya no se veía tan molesta cuando lo hacía, porque seguía bien agarrada de mi brazo en todo el camino.
ー¿Vendrás el siguiente verano?
Ella afirmó con la cabeza justo al momento en que nos sentamos en el pasto, estaba a punto de comenzar el espectáculo con fuegos artificiales.
ーEmpece a escribir. ー Le confesé. ーVoy con buen progreso y creo que podrás leerlo cuando vuelvas.
Dejó de comer sus dulces y me miró, me sentí confundida porque se veía culpable, pero de inmediato hablo.
ーSé que será bueno. Podrás leer el mío también.
Para ese momento yo ya sabía bien qué era lo que nos ocurría a ambas. Ahí sentadas con nuestros dedos entrelazados. Ella no podía caerse en ese sitio.
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