Tragos

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Ya siendo lunes por la mañana, Zhan esperaba ansioso que sonara el teléfono para cancelar la comida con Wang Yibo. No había podido pensar en nada más durante todo el fin de semana, repasando la conversación en su mente hasta que estuvo a punto de explotar.

Se decía a sí mismo que había sido un arrogante por pensar que un hombre como Wang, tan guapo, con tanto dinero y éxito, pudiera querer citarse con él, y se repetía que el encuentro era, que debía ser, de negocios. Pero entonces el recuerdo de su voz, cuando había sugerido ir al teatro e ir a cenar, resonaba en su cabeza y encendía el botón del pánico.

Nada más terminar de hablar con Wang el viernes por la tarde, Zhan había telefoneado a Dou.

Su hermano no había sido de gran ayuda.

—¿Que por qué le he dado el número de tu casa? —respondió tranquilamente—. ¿Y por qué no iba a hacerlo? No es un secreto, ¿no?

Zhan hizo un esfuerzo por mantener la calma. Quería mucho a Dou, pero en aquel momento lo odiaba. Después de algunas preguntas, él se molestó.

—¿Qué quieres decir con eso de cómo sonaba? —le preguntó irritado—. Ya te lo he contado, llamó aquí y preguntó por ti, dijo que había hablado contigo por la mañana y que quería discutir algo más. Cuando le comenté que no estabas en la oficina, me preguntó si había algún otro número donde ubicarte y le di el de tu casa. Ésa fue toda nuestra conversación.

—Pero yo no quiero verlo —dijo él, muy tenso.

—Pues no lo hagas.

—No es tan sencillo. ¿Y si quiere proponerme algo que beneficie a la empresa?

—ZhanZhan, corrígeme si me equivoco. Ustedes quedaron en ir a comer, ¿no? No te ha pedido que pasen juntos el fin de semana, ni que examines su cama personalmente, así que, ¿dónde está el problema?...

Zhan le había colgado el teléfono, pensando que su hermano a veces era el ser más irritante de la tierra.

Y ahora, mientras comprobaba nervioso la hora en el reloj, las palabras de Dou le venían una y otra vez a la cabeza.

“¿Dónde está el problema?”

La verdad era que no lo sabía, y eso no era propio de él. Él era una persona práctica, poco dado a fantasías ni a cursilerías, pero había algo en Wang Yibo…

Era una pena que Dou y Jing Chao hubieran salido a repartir envíos, aunque a veces lo sacarán de quicio, por lo menos en aquel momento le habrían dado conversación y podría dejar de pensar por un rato. Y no quería marcharse de la oficina y dejar el teléfono desatendido.

Observó su chaqueta y su bermuda de seda azul que le habían costado un ojo de la cara y que había comprado para la boda de su prima, y agradeció mentalmente que hiciera mucho calor ese día. Con el gasto que suponían las gemelas, que parecían crecer a cada segundo, hacía mucho que no se compraba ropa para sí mismo, y mucho menos ropa elegante.

En realidad, no lo necesitaba, los pantalones de cuero eran su uniforme de trabajo, y lo más lejos que salía era con las gemelas al parque o a la piscina cubierta.

¿Se habría arreglado lo suficientemente bien para la reunión con Wang Yibo?

Por enésima vez desde que había llegado a la oficina, abrió un cajón y sacó un bálsamo de labios, que se aplicó cuidadosamente delineando muy bien sus labios que se encontraban algo resecos. Llevaba el pelo muy bien peinado. Parecía muy natural, pero le había llevado más de una hora conseguir ese efecto en su pelo tan suave y rebelde.

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