Gripe

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Los días siguientes fueron un cambio.

Zhan veía a Yibo cada día, comían o cenaban juntos, iban a bailar, al cine o al teatro, a jugar a los bolos, e incluso estuvieron en un par de subastas de beneficencia.
Tal y como Yibo había prometido, se divertían mucho.
Pero no era del todo real, pensaba Zhan, porque no era la vida cotidiana.

Al menos no la suya.

Era la mañana del sábado previo a la Navidad, y Zhan reflexionaba mientras lavaba los trastes. Wang lo entretenía y, cuanto más lo veía, más le gustaba, pero no habían vuelto a tener una conversación sobre cosas personales desde la primera cena en casa de él.

En realidad, no lo conocía.

Era un hombre duro, manteniendo siempre el control de sí mismo y de los demás, y él no podía atravesar esa barrera invisible. Y lo más irónico era que el castaño lo había acusado de lo mismo la noche anterior.
Luego, al despedirse, su beso lo había dejado con ganas de algo más.

Cerró los ojos mientras lavaba un plato con un vigor innecesario. Cuanto más estaba con Wang, más deseaba estar con Yibo, y no era eso lo que él había planeado.
Tal vez si se hubieran convertido en amantes, esa pasión que lo inundaba se hubiera agotado.

Pero él no era así.

Sólo entregaba su cuerpo si había entregado su corazón. Tal vez fuera algo anticuado, pero no quería sentirse como una conquista más del gran Wang Yibo.
Movió los hombros, que se le habían puesto tensos al pensar en todo aquello.

¿Se habría equivocado al reducir el contacto entre Yibo y las niñas al mínimo posible?

Eso ayudaba a separar los dos mundos, en un momento estaba cenando en el mejor restaurante, y al siguiente de vuelta en casa cambiando las sábanas de sus pequeñas porque estaban mal del estómago, o examinando sus cabezas por si acaso.
La cosa era que no quería que Xuanyi y Lusi se acostumbraran a Yibo, admitió, no era justo para ellas.

Yibo había dejado muy claro en su primera cita que mantener la fidelidad a largo plazo no era para él, y ZhanZhan sabía que aquella amistad, que no era una amistad y no sabía muy bien cómo definirla, no duraría.

¿Cómo explicar eso a unas niñas a las que les había gustado Wang desde el primer momento?

Suspiró profundamente, terminó de lavar y puso agua a calentar para una infusión que estaba preparando para su madre. Los dos últimos días, Na Ying se había sentido bastante mal, pero aquella mañana no había podido levantarse de la cama y Zhan había llamado al médico.
Estaba llevando la infusión a su madre cuando una llamada a la puerta anunció la llegada del doctor Bai Yu.

Éste diagnosticó que Na Ying tenía gripe severa, y además, una infección en el pecho, que podía ser peligrosa si no guardaba reposo.

—No permitas que salga de la cama y haz que beba muchos líquidos —le aconsejó el médico a Zhan.

Él asintió y deseó no haberlo hecho, al intensificarse el dolor de cabeza con el que se había levantado aquella mañana.

—¿Cómo te encuentra tú? —continuó el médico—. No tienes muy buen aspecto. Seguramente lo estarás incubando, es posible que todos los de la casa se contagien. Francamente, si tenían planes para estas navidades, te recomiendo que los canceles.

Genial.

¡Menudas navidades!

Zhan lo acompañó a la puerta y la cerró rápidamente, tiritando de frío. Luego salió con las niñas a la farmacia y, a la vuelta, fue sintiéndose peor a cada minuto.

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