Pasado

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—¿Y qué hay de malo en que te hiciera algunas preguntas sobre el negocio, Zhanie?

Su madre estaba desconcertada, y era algo comprensible, admitió Zhan. Le había contado palabra por palabra la conversación con Wang Yibo y no había logrado recrear la arrogancia de aquel hombre ni la atmósfera que se había creado entre los dos.

—Bueno, ha sido... muy irritante en todo los aspectos —contestó, poco convencido.

Na Ying contempló a su hijo y a continuación dijo suavemente.

—Olvídate del tema ahora, ¿te parece? Ya es difícil que vuelvas a encontrarlo, y tú ya tienes suficientes cosas de las que preocuparte sobre todo hoy. Recuerdas que esta tarde es el festival de otoño del colegio, ¿cierto?

—Las gemelas no me perdonarían que lo olvidara —contestó, Zhan con una sonrisa.

—Son dos niñas muy inquietas —admitió la mujer mayor—, pero tú eras igual a su edad, siempre investigando todo, el mundo era un enorme descubrimiento para ti.

Zhan asintió aún sonriendo, pero le asaltó un pensamiento, él había sido así hasta que conoció a Ayanga, y entonces todo cambió por completo.

¿Cómo no se dio cuenta de lo que le estaba haciendo?

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Si bien dicen que el amor es ciego, en su caso había sido ciego, sordo y no mudo sino tonto.
Ayanga y él llevaban saliendo un año cuando se casaron, al cumplir él los veintiún años, el mismo mes que acabaron la universidad. Después de un par de meses de casados, Zhan tuvo que reconocer que había cometido un terrible error.

Ayanga era joven, guapo y con un gran carisma, atraía a las personas con su magnetismo, pero también era una persona calculadora y manipuladora, al menos con él.
Y él estaba tan loco por Ayanga, y tan ocupado en su último año de estudios, que no se dio cuenta de que hacía todo como su novio quería. Pero al cabo de unas semanas de casados, se encontró con un antiguo compañero de colegio que lo sacó de la burbuja que Ayanga había construido a su alrededor, le dijo que tenía un aspecto terrible y le preguntó si estaba bien, si era que tenía demasiado trabajo.

La conversación no fue muy agradable, pero cuando ZhanZhan volvió a casa, se puso frente al espejo y contempló la imagen durante un largo rato. Llevaba el pelo recogido porque a su marido no le gustaba que lo llevara suelto, porque para ese entonces su cabello era largo y muy envidiado por muchas personas mujeres y hombres, y le daba además una apariencia hermosa.
Pero lo que lo descolocó fue el gesto de su boca y la expresión que vio en sus ojos. Tenía un aspecto apagado y gris, se dijo a sí mismo mientras contemplaba el conjunto que vestía y que Ayanga había insistido en comprarle. Estaba acabando consigo mismo por querer complacerlo en cada detalle, y encima tenía que aguantar sus comentarios afilados y sus silencios gélidos cuando decía o hacía algo que su marido desaprobaba.

Xiao Zhan estuvo quieto frente al espejo unos minutos, preguntándose cuánto tiempo llevaban así. Eran felices, ¿no? Era una suerte tener a Ayanga a su lado, ¿verdad? Lo trataba tan bien...

Pero la respuesta resonó en su cabeza. Todo era maravilloso mientras hacía exactamente lo que su marido quería, le decía cómo debía vestir, peinarse, era Ayanga quien decidía cuándo entraban y salían, incluso qué programas de televisión veían. Los amigos con los que salían eran siempre los amigos de Ayanga, comían y bebían lo que le gustaba a su marido. Se pasó una mano temblorosa por la cara, su cabeza estaba a punto de estallar.

Cuando empezaron a salir no era así, ¿o sí? Durante los dos primeros meses todo fue bonito, pero luego se produjo ese cambio que Zhan no había percibido hasta entonces. Él era tan divertido, tan irresistible, tan cautivador cuando estaba de buen humor, que Zhan ni se había dado cuenta de que lo tenía sometido, hasta el punto de que se había convertido en otra persona. En ese momento, comprendió también por qué él había insistido en que no volviera a trabajar una vez casados.

Eve Of SmilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora