Eran a penas las siete horas cuando un muchacho confundido caminaba apresuradamente sobre aceras completamente desconocidas para él. Estaba totalmente perdido. Estaba más que claro a juzgar por su mirada, que llena de angustia hurgaba en la pantalla de su celular temblando entre sus manos. Estaba desesperado, pero intentando mantener la calma. Para un joven pueblerino que no conocía los alrededores de la frontera más que por fotografías del periódico local, aquella frustrante situación era una en la que jamás se hubiera sometido voluntariamente.
Seúl parecía tan gigante como el planeta entero y creía que no saldría vivo ni completo de ahí cuando todas las personas caminando a su alrededor parecían tener suficiente con sus propios asuntos para fijarse en él y ayudarlo. Definitivamente, al salir de casa esa mañana, no había planeado que las cosas salieran de esa forma.
Miró por varios segundos los enormes edificios que casi rozaban el cielo, preguntándose cómo fue que terminó en medio de hombres y mujeres de negocios cuando debía estar entre estudiantes para el primer día de clases en su nueva escuela. Sin duda, estaba de mala suerte.
De pronto, y como si lo demás no hubiera sido ya suficiente, sintió aquel peculiar indicador de que la frustración invadía su cuerpo, un comezón en la nariz y lágrimas que no tardaron en asomarse por sus ojos. La tira del bolso lleno de algunos libros que de pronto se hicieron pesados, cruzaba su pecho y espalda hasta su cadera, avivando su deseo de tirarse en el suelo.
-Genial... ¡Perfecto, Seonghwa, no haces nada bien! -se reprochó en un susurro a sí mismo, deslizando un suspiro por sus labios cuando finalmente halló un lugar para descansar y lanzó su cansado cuerpo hacia la banca en la que decidió sentarse.
Su primera clase iniciaba a las ocho y media del día. Se preguntaba si lograría llegar en menos de veinte minutos hasta su destino, teniendo en cuenta su agotamiento físico le sería complicado ser veloz, a menos que...
De pronto, y como si de un ángel caído del cielo se tratase, vio a un chico despeinado con una mochila corriendo con apuro hacia una dirección desconocida casi tropezando. Los ojos de Seonghwa se iluminaron y dio un respingo levantándose como un resorte de la banca oxidada. Le importó muy poco cuanto le dolía el hombro izquierdo y como sus pies que de sentían en llamas le pedían cinco minutos más de descanso y corrió hasta aquel chico que parecía ser su túnel hacia la luz.
-¡Oye! -el desconocido de desordenado cabello con un color carmín que acomodaba apresuradamente sus pertenencias sobre su espalda lo miró con repentino terror y cambió su trote entorpecido al de una carrera de velocidad.- ¡Espera...!
Seonghwa gradualmente perdió la cuenta de cuántas calles había corrido para perseguir al pelirrojo que parecía estar en una carrera de las más importantes olimpiadas. ¡Qué rápido era! Se preguntó si el chico era atleta, cualquier persona que no lo fuera sería más fácil de alcanzar. Seonghwa sintió que, de hecho, él también hubiera escapado si alguien lo estuviese estado persiguiendo con tanta insistencia. Por fin y para su alivio, el muchacho se detuvo en una moderna parada de autobuses. Pero tomó una postura defensiva, flexionó levemente las rodillas y llevó sus manos hechas puños cerca de su pecho.
-¡No me asaltes! -dijo seguro de sí, Seonghwa se encorvó apoyando sus manos en sus rodillas. Intentó recuperar el aliento mientras un par de gotas de sudor patinaban por su frente.- ¡Yo también soy peligroso!
-¿Qué? -Contestó consternado-. ¡No voy a asaltarte! -y observó con ligero fastidio al muchacho de cabello color vino. Este suspiró aliviado y llevó una mano a su pecho.
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PLAYER | SeongJoong
RomanceA veces necesitas a alguien que tome tu mano en medio del caos. No importa quien, mientras pueda salvarte de esa realidad dolorosa y darte consuelo. Seonghwa necesitaba a ese alguien. Y Hongjoong sabía qué obtendría a cambio de darle consuelo. [h...