PLAYER | SeongJoong

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El silencio era un concepto que estaba constantemente presente en la vida de Seonghwa y por eso intentaba descifrar su significado. Siendo paz o discordia. Algunas veces bueno y otras malo. Alivio, consideración, miedo, incertidumbre.

Ambiguo.

Significaba tantas cosas, se interpretaba de maneras tan diversas que intentar encontrarle un solo sentido o lógica que abarcara todas las variantes en distintas situaciones, simplemente, sería en vano. El silencio escuchandose sin escuchar, cabe en el vacío de una existencia que podría denominarse eso mismo. La ausencia de sonido que se percibe, se siente y existe.

Demasiado complicado, creía el dueño de todos estos pensamientos.

Porque, de hecho, Seonghwa se la pasaba pensando en todo. Era un poco sobrepensador y no estaba seguro de que aquello fuese su mayor virtud o su mayor defecto, pues muy favorable para su estabilidad mental no era, pero simplemente no podía evitarlo y el hecho de no ser muy hábil para expresarse en palabras hacía que todas ellas se encarcelaran en sus pensamientos. El silencio, acompañante familiar y misterioso, siempre estaba ahí, dejando espacio a la ruidosa voz de su cabeza.

Quizás sólo estaba condenado a sentirse atraido a lo complicado.

-Jiwon, come algo, por favor - la voz de una mujer de mediana edad sonaba suavemente pero las palabras que pronunciaba salían con dificultad. Llamaba a su hermano, quien perdía su mirada en alguna marca de la madera de la mesa.

El pulgar de Seonghwa acariciaba lentamente el borde turquesa de una taza de cerámica con diseño minimalista y se sintió pesado. Más bien, todas y cada una de las cosas en el lugar se sentían pesadas. Las palabras poco a poco se ordenaron en su mente y llegó a la conclusión de que el silencio que había entre las cuatro sillas de la mesa en ese momento, no cabía duda, era fúnebre y se sentía tan nítidamente que calaba la piel.

Seonghwa se negaba a creer en la posibilidad de que aquellos momentos de soledad y melancolía duraran mucho más. ¿Cuánto tiempo debía observar el té como si fuese lo más importante de la habitación? Su cerebro estaba predispuesto a creer que cualquier comentario sería inoportuno, formular oraciones no era posible. Su pequeño hermano, abrazando una taza de té como la suya con ambas manos, mantenía la vista baja, perdida entre el mutismo. El mutismo que todos los presentes mantenían, creyendo que así debía ser.

El sonido de las manecillas del reloj en la pared como única nota en la melodía muda tensaba más el ambiente que a cada minuto se condensaba un poco más. Nadie pronunciaba una palabra. Nadie tentaba al silencio. Y hasta la respiración se sentía tan lejana que parecía sencillamente no estar ahí.

Pero Seonghwa tampoco se sentía muy seguro de estarlo.

En su mente, se encontraba solo en una habitación de blanco brillante que no le dejaba ver claramente, con una cuadro pequeño en la pared retratando una playa sombría. Una voz recalcaba una vez más cuál era la razón por la que su padre, hermano y él mismo, se encontraban en donde estaban, en la casa de su tía, mujer a quien a penas había conocido unas semanas antes.

Sintió una presión apoderando su pecho, empujando sus pulmones hacia su estómago profundamente, robándole el aliento y causándole un horrible malestar. Esa sensación ahora se sentía peculiarmente familiar, hacía temblar a sus labios y formaba un doloroso nudo en su garganta.

El cuadro en su mente de pronto cambió, trazando con pinceladas lentas una bonita sonrisa que reconocía. Luego, unos brazos delgados cálidos rodearon suavemente su espalda y sintió que le susurraron palabras incomprensibles al oído.

La muerte de su madre.

Aquel suceso no había sido repentino, sin embargo nadie hubiera estado listo para dejar a su madre ir. Después de un difícil segundo embarazo, desarrolló un mal del cual, por más que luchó, no pudo salir viva. Pero toda persona que tenía la oportunidad de conocerla, deseaba intensamente que el día de su partida jamás llegara. A sus 44 años, cuando su menor hijo tenía suficiente edad para no depender demasiado de ella, su salud estaba ya muy deteriorada, consumiéndose tan rápidamente que parecía una pesadilla infinita. Aunque los dolores la paralizaron por años, esa bella sonrisa que la caracterizaba siempre estuvo trazada genuinamente en su rostro.