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Estaba recostado en su cama sin poder dormir, aunque cerraba los ojos y se removía inquieto sobre el colchón intentando encontrar la posición más óptima para conciliar el sueño, no lo lograba. Las luces apagadas de la habitación dejaban en parcial penumbra matices de blanco y negro a su vista y de la ventana a su derecha caían vagamente los reflejos de las luces de la calle, aterrizando en su rostro y brindando una iluminación ligera que le salvaba de la oscuridad absoluta.

Sus ojos, acostumbrados a las sombras, se perdían en el techo blanco buscando preguntas absurdas que resolver para agotar a su mente y, mientras su cuerpo era abrazado por una manta de seda delgada, la sensación de soledad del barco en medio del mar lo invadió una vez más.

Su tía y San regresaron a la casa una hora después de que Hongjoong se fuera y Seonghwa terminó de hacer los deberes que tenía con la cabeza en las nubes por el casi beso del castaño. Aquello le había confundido, pero si era sincero por más que deseara besar a Hongjoong, apresurar las cosas entre ambos no parecía algo ideal para su romántico corazón. Sus padres le habían enseñado que debía respetar a las personas y su espacio. Quería conocer poco a poco a Hongjoong y que este le permitiera saber todo de él. Tenía la esperanza de vivir un romance dulce y lento, un amor puro y eterno como el de sus padres.

Antes de que último rayo de sol se ocultara, sintió la puerta de la habitación ser abierta enérgicamente.

-¡Hwa, es hora!

Escuchó una voz infantil al mismo tiempo que vio a su hermano dar pequeños saltos en el marco de la puerta. Le sonrió de regreso y levantándose de la silla del escritorio le extendió la mano para llevarlo al balcón. Desde que San tuvo consciencia, desarrolló la costumbre de saludar y despedirse del sol todas las tardes. Era un hábito que lo hacía feliz. Sin importar si había tenido un buen o mal día, antes de que el cielo oscureciera San se asomaba por la ventana y se despedía de la estrella gigante.

-¡Adiós, señor Sol! - El niño agitó la mano tras el balcón-. ¡Hasta mañana!

Seonghwa volteó hacia su hermano apreciando su inocencia e imaginación. Se encargaría de mantener aquello todo el tiempo que fuera posible, por eso no le diría que el sol en realidad no podía escucharlo y dejaría a que San se diese cuenta por si solo.

Más tarde, jugaron un juego de mesa juntos y el futbolista ayudó a su tía a preparar la cena mientras escuchaban baladas lentas con letras excesivamente románticas y melancólicas, canciones que también escuchaba en su antigua casa. Sintió nostalgia y una sensación de vacío. Y sin embargo, aunque el sentimiento lo consumiera dejando una tranquilidad parcial y sospechosa, al llegar la noche cuando los platos estaban servidos sobre la mesa, la rutina se repetía sentado junto a su padre, quien seguía en el mismo estado.

Y recordar que esa era su realidad, que aquello realmente le estaba pasando, inevitablemente lo deprimió.

Jiwon siempre fue un padre que demostraba su amor a través de palabras y acciones constantemente. Aunque su dulzura y cariño a veces eran dirigidos a la exigencia, pues procuraba el éxito de su hijo y sus regaños eran especialmente duros, Seonghwa lo amaba y sabía que su padre también a él y a su hermano. Sabía que el hombre se preocupaba para darle una mejor vida que la que él tuvo. A pesar de todo, no se quejaba, Jiwon era un buen padre. Expresaba su orgullo hacia su hijo cada que tenía oportunidad y le recordaba su amor con constancia a sus seres queridos, por eso lo distante y apagado que se había vuelto los últimos meses debido a la partida de su amada esposa era una daga cotidiana al corazón.

El dolor y el estado deplorable de su padre le afectaban al joven gravemente, más aún cuando también aprendía a lidiar con el duelo.

Pensó en el pasado y como la situación de su madre afectó a su progenitor, cambiándolo de forma drástica. El señor Park era una buena persona y tenía reputación impecable. Lo describían como un hombre alegre, generoso y sabio. Un hombre que respetaba a su esposa por encima de todo y amaba a su familia, siendo capaz de dar su vida por ella y sus hijos, quienes eran su mayor orgullo. Incluso los vecinos le habían sugerido en varias ocasiones ser el líder de la comunidad y aunque él amablemente rechazaba las ofertas, todos lo consideraban uno. Lo veían como una persona de confianza a quien podían acudir cuando necesitaban de un consejo.

PLAYER | SeongJoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora