Cada vez más cerca

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En la mañana siguiente, los pájaros se escuchaban cantando afuera, sonido el cual al instante logró despertar al alquimista, haciéndole abrir sus ojos de a poco. Por un lado no quería levantarse, esa noche había dormido con una sensación cálida, por el otro, tenía que levantarse de todas formas, no podía quedarse en ese lugar para siempre. Sin más, este se levantó de aquella cama, con cuidado de no despertar al estratega que ahora yacía dormido, acurrucado entre las sábanas.

Aaron se estiró un poco ya que estar en la misma posición durante una noche entera le había resultado un tanto incómodo. Al terminar con esta acción, decidió que lo mejor para ambos sería comer algo, así que se adelantó a preparar algo para cuando Alexander se despertara. Por un lado sabía que hoy seguiría con su viaje y por esto mismo prefería no despertarlo. Además, necesitaba dormir bien para poder continuarlo correctamente.

Las manos de Aaron se dirigieron a buscar algo entre unos estantes  para que el estratega comiese. Él no tenía idea de si Alexander comía carne así que solo puso aquellas frutas en un recipiente y cómo ya tenía agua, este se sirvió un poco para sí mismo, sentía su garganta seca y rasposa. Al mirar hacia una de las ventanas y mover las cortinas, pudo notar que el saco azul de Alexander estaba roto, ya se lo había visto antes cuando tuvo que curar su brazo. Ahora que tenía algo de tiempo, decidió ponerse manos a la obra y cocerlo, ya que tenía el otro trozo de tela que Alexander había atado a su bolso.

Así fue que sentándose pacientemente en una silla cerca de la mesa, este le comenzó a reparar aquel abrigo, más que nada para que luego cuando salga ya no le dé tanto frío por la noche. Alexander seguramente se encontraba muy cansado por su largo viaje, y la razón por la que aún no se levantaba era porque en aquel lugar si se sentía totalmente seguro. No se comparaba a las noches anteriores en las que durmió en una taberna o cómo cuando no concilió el sueño en la costa cerca de la sirena. Burr tomó el abrigo perteneciente al táctico entre sus manos y se acercó al respaldar de la cama, al lado de esta tenía un gancho en el que solía colgar algunas cosas.

Hamilton no tardó mucho más en levantarse, dando un largo bostezo mientras se sentaba en la cama. Primero entrecerró sus ojos y luego los frotó un poco ya que estos mismos le ardían. Una picazón le comenzó a dar de nuevo en su espalda, así que se la rascó para calmarse un poco. Su mirada fue inmediatamente hasta la del alquimista, el cual en cuestión de segundos adelantó su mano y la colocó sobre la cabeza del otro en una forma de caricia suave.

— Buenos días. Al parecer si dormiste bien anoche ¿No es así?—  El de caperuza morada se agachó a su altura y le dejó un beso sobre su frente.

— Bueno, aquí he descansado increíble, es un lugar muy bonito, estoy seguro de que lo sería para cualquiera. — Ante este gesto, Alexander le sonrió aún algo dormido de manera somnolienta y se terminó levantando entre bostezos. Se preguntaba qué hora era, pero si hablaba en términos sinceros, ni siquiera quería pensar en irse de aquel lugar. — Yo solía dormir en el castillo, las camas no son muy cómodas si no tienes un puesto muy alto, hasta hay algunos sirvientes que ni siquiera tienen. Espera un segundo ¿Es ese mi abrigo? ¿¡Tú lo reparaste!?— Una sonrisa incrédula se postraba en la cara del joven Alexander, no podía creer que realmente lo había reparado. — ¡Muchas gracias! ¡Te quedó estupendo! ¡De verdad!— Tomó aquel saco entre sus manos y  comenzó a mirar las costuras, todas estaban en los puntos correctos.

— No es nada, enserio, es más, tenía mucho tiempo libre hoy por la mañana así que tuve que aprovecharlo. También tuve tiempo para sacar algunas frutas, no sé si sean muy de tu agrado, pero debes de comer bien… y respecto a lo de las bayas de ayer ¿Cómo es que no te ocurrió nada?— El alquimista alzó una ceja al mirarle con tal curiosidad, la verdad era que se había quedado muy confundido por aquella situación.

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora