El regreso

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Hercules exclamó llamando la atención de Alexander haciendo que este se detuviera por completo.

— ¿Qué es lo que ocurre?— Preguntó Alexander, sin comprender bien cuál era el motivo exacto del desespero del elfo Silvano que les acompañaba.

— La leyenda. El hijo de los demonios ¡Ahora todo encaja!... ¡Se trata de ti!...— Mulligan sonaba totalmente convencido de sus palabras. Sin embargo, estas sonaban con un tono algo temeroso y de manera instintiva. Hercules se colocó detrás de Lafayette, cómo si de un momento a otro temiese del joven. — ¡Es por eso que te dejaron escapar!...—

El rostro de Alex se puso un poco más pálido de repente, pero esto fue solamente por el susto y los nervios que le dieron al pensar en aquello ¿Qué haría si se trataba de él en verdad? Se supone que podría pelear contra los elfos oscuros ya que ellos son sus enemigos, pero los Woods iban a luchar en su contra también... Es por esto mismo que Alexander comenzaba a estresarse un poco al no tener ni la más remota idea de en qué hacer al llegar. Se encontraba medianamente cansado y ahora tendrían que hacer todo el recorrido de vuelta sin estar seguros si detenerse o no. Era un viaje de unos tres o cuatro días y tenían que llegar en dos. Era complicado ya que el tiempo les escaseaba por completo.

Lafayette pasó a ponerse del otro lado del caballo en el que Alexander se encontraba y dejó un par de palmadas en la espalda del estratega en busca de poder tranquilizarlo.

— Puede que eso sea cierto. Tienes razón Herc, aunque no veo motivos para preocuparnos por eso. — El más alto intentaba ver lo que podría salir mal, pero lo cierto era que mientras Alexander siga del lado del reino, todo iba a salir bien ¿No? — Hamilton va a cumplir con lo que debe. Y sé sin duda alguna que va a luchar contra esos elfos oscuros a capa y espada, incluso aunque le hayan perdonado la vida. Lo sé, él es mitad Schuyler, es fuerte. — El Frhancekniano le dio una palmada un tanto fuerte al caballo de Alex para que este mismo se pusiera en marcha. No tenían que detenerse por nada, solo para conseguir comida cuando se encuentren hambrientos e intentar racionarla lo mejor posible para compartirla entre los tres y el caballo.

— Sí, fuerte...— El de coleta dejó escapar una pequeña risita nerviosa ante el comentario del capitán. No dejaba de pensar en que ahora las cosas habían cambiado y que las probabilidades de que él sea el hijo de demonios aumentaban ¿Por qué nunca se detuvo a pensarlo? Él no conoce el mundo por completo, estaba claro que no tenía idea de lo que era el mundo exterior... pero en su viaje había conocido a alguien que sí lo era. Se trataba de esa persona que le mostró la dulzura de la libertad y la paz. Quizás al principio parecía que aquel individuo le daba malas miradas, pero lo cierto era que poco a poco aquel Wood se había ganado el corazón del estratega... y con aquel recuerdo llegaba la promesa que le había dicho antes de haberse despedido "Regresaré, prometo que regresaré..." ... "Cuando vuelva, no volveré a irme"...

Sus ojos se abrieron cómo platos y su imaginación pareció volar por unos instantes en los que miró el cielo con unos ojos con los que nunca lo había mirado. El atardecer llegaba y no les faltaba mucho para cruzar el puente. Las primeras estrellas comenzaban a aparecer y pudo ver y encontrar en ellas la calma que le faltaba. Entonces la teoría de Mulligan sería correcta. El elegido se trataba de Aaron, aquella antigua profecía Wood que se escribió luego de la catástrofe, cuando Aaron apenas era un niño. Aquella sería la venganza de su pueblo, justicia. Pero había algo que aún no comprendía ¿Hijo de demonios? ¿Eso era le convertía en malo? ¿Los demonios son así de malignos? El único demonio que había conocido fué Thomas y no le pareció nada mal.

De algún modo, sintió que todo se transformaba en una ilusión. El polvo estelar comenzaba a hacerle creer que Burr estaba presente de alguna forma en aquel momento, era incapaz de expresarlo pero sentía su presencia invadiéndolo justo cómo la noche invade al sol en un precioso atardecer del cual ahora el joven disfrutaba. Una ventisca fría le hizo bajar de su nube mental. De noche el bosque tenía temperaturas extremadamente bajas, especialmente en invierno, pero afortunadamente aquella zona no era montañosa así que no nevaba. A pesar de esto, el guerrero que venía del reino más al norte sí estaba acostumbrado al frío y a una vida más ardua, así que tampoco era algo que le molestara realmente.

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora