Dejar ir

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Es entonces que en esas nubes pudo ceñirse su recuerdo, entre las nubes ahora lo veía, bajando hacia él. Sus ojos se abrieron de golpe, teniendo ahora presente el vivo recuerdo de la memoria ¡Eso era! ¡Nunca había tenido la oportunidad de hablarle acerca de su nombre al muchacho! ¡Era Alex, era Alexander! ¡Era él y era por eso que sentía que le conocía tan bien! Se trataba de aquel chico de su temprana infancia que siempre estuvo ahí para él y acompañándolo con algunas cosas difíciles por las que había tenido que pasar.

Pero el filo de una espada es letal, incluso para seres demoníacos, porque a pesar de que Alexander fuera mitad demonio, su lado humano seguía estando con él. Aaron, con su magia ahora mantenía el filo de cinco espadas apuntándole y sus sentimientos estaban mezclados, pero en cuanto reaccionó y pudo deducir de quién se trataba en realidad, ya era demasiado tarde...

Tropas de elfos oscuros junto a demonios también estaban llegando del este y habían comenzado a luchar hace unos cuantos minutos contra los Woods. Estaban en una desventaja enorme y parecía que todo iba a estar perdido para ellos, pero contra todo pronóstico, Aaron, con lágrimas en sus ojos, clavó aquellas cinco espadas en el cuerpo de Hamilton. Los segundos de silencio fueron desgarradores.

— ¡No! ¡No! — Las manos del hechicero comenzaron a temblarle. La mirada de Aaron estaba asustada, viendo cómo el brillo en sus propias manos se desvanecía y cómo el cuerpo ya sin vida de Alex se desplomaba en el suelo. —  ¡Alexander! — Su respiración se irreguló por completo y un llanto fuerte comenzó a hacerse presente en él. Burr corrió hasta donde estaba el contrario ahora agonizando en el suelo, soltando su último aliento caliente. Él lo sostuvo entre sus brazos. 

El alquimista se aferró al cuerpo del viajero con fuerza, cómo si quisiese traer de vuelta algo que ya se había ido y nunca regresaría. Se aferraba con fuerza a Alex con el objetivo de poder sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, pero este solo comenzó a enfriarse…

Burr miró al cielo con sus ojos llenos de lágrimas, una lluvia comenzó a desatarse por todo el campo. No era una lluvia agresiva, sino que una suave que le hacía pensar que todo esto había sido por lo ocurrido con Alexander. De pronto fue, que en medio de toda aquella lucha y guerra, los demonios que estaban haciendo desvanecer a mucha gente, comenzaron a desaparecer ellos mismos. Con la muerte de Alexander, todos habían terminado siendo enviados al inframundo nuevamente. La profecía de justicia se había cumplido.

Sin embargo, ellos no habían sido los únicos sufriendo por esto… recordemos que muy lejos, entre los elfos silvanos que se habían decidido quedar a cuidar los campos o los animales, se encontraba Madison, el cual se había mantenido cuidando un par de criaturas silvestres. A su vez, Thomas había estado esperando con ansias aquel día en el que iba a volverse visible y real ante cualquiera solo para ver a Madison. 

El demonio fue hasta aquel lugar y en cuanto el amanecer había surgido, se reencontró con aquel elfo al cual le tenía tanto aprecio. Sentirlo contra él en un abrazo le pareció ser suficiente. Que escuchara su voz era un completo sueño, pero fue cuestión de minutos, para que aquel encuentro se transformara en despedida. Su cuerpo que hace un tiempo parecía ser real, ahora se desvanecía nuevamente frente al otro. 

— ¿Qué está pasando? …. Oh no... ¡No! ¡James! ¡Escuchame! — Los ojos de Thomas se abrieron de par en par al notar que ya dejaba de ser visible ante el contrario y la desesperación y frustración lo inundaron por completo. Literalmente para un demonio, ir al infierno se sentía cómo si la tierra se lo estuviera tragando. Era indescriptible para la percepción humana, Jefferson no veía nada, pero podía sentir cómo cada vez se iba hundiendo más y más en un abismo… en la nada… ¿Estará muerto? Siempre lo estuvo ¿Qué clase de pregunta era esa? Sin embargo, el único objetivo que le hacía querer seguir ahí arriba era Madison. Es por esto mismo que intentó ir en contra de aquella fuerza misteriosa que ahora se lo estaba tragando. 

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora