La Taberna

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La delicada brisa chocaba con los mechones del de cabello color castaño, el cual emprendía su viaje por un sendero ya marcado. Este sendero llevaba a un pequeño poblado en medio del bosque. Podía alcanzar a escuchar varios pájaros cantando desde los árboles, parecían estar comunicándose entre sí de manera que solo ellos comprendían ¿Quién se lo hubiese imaginado? El táctico yendo a una aventura para recuperar a Lafayette. Ahora que lo pensaba un poco mejor, nunca antes se había alejado tanto del reino.

Alexander tenía varios sentimientos encontrados, y cada uno de estos rondaba con la emoción de explorar tierras nuevas pero también con la desesperación de ir solo. Era cómo estar entre las paredes de conocer absolutamente todo lo escrito en libros pero sin la completa seguridad de poder afirmar que saldría de aquella situación con vida. Al menos tenía un corcel fuerte y sano que le ayudaba cargando varias cosas y le hacía su viaje menos pesado. A medida que iba avanzando, sentía cómo sus pies se hundían cada vez más en aquel profundo bosque; De manera desconfiada, comenzaba a mirar hacia todos lados, la verdad era que no tenía idea de si algún animal o algo le pudiesen saltar encima.

Con el paso de un rato, pudo alcanzar a oír el “río dorado”, con sus fuertes corrientes tan características y aquellas aguas tan cristalinas y puras. Afortunadamente, allí había un puente largo y ancho, por lo que no se le hizo tan difícil el hecho de terminar cruzándolo. Este había sido construido hace mucho tiempo, es por eso que parecía viejo y descuidado, pero la verdad era que intentaban arreglarlo y remodelarlo cada vez que algo le ocurría.

Las pisadas del caballo manejado por Hamilton acompañaban aquel ambiente en donde las hojas chocaban entre sí y los rayos de luz comenzaban a hacerse cada vez más tenues. Durante un segundo tuvo un mal presentimiento acerca de aquello. De algún modo se sintió observado y no pudo describir muy bien aquella sensación que recorrió su espalda de forma fugaz. Decidió ignorar esto ya que él era de esas personas que no se detenían cuando querían lograr su objetivo, además, no tenía que desperdiciar su tiempo por nimiedades. El joven aventurero solía aburrirse de manera bastante rápida, por lo que solo soltó un suspiro con pesadez y volvió a revisar un poco entre sus cosas para ver de qué disponía. Mientras revisaba su mapa, aquel sendero en el suelo ya se iba borrando.

— ¡Ajá! ¡Aquí es hasta donde debemos de llegar!— Este apuntó con su dedo índice aquel pueblo sobre el mapa. Su mirada no pudo evitar desviarse hasta su propio reino dibujado en aquel trozo de papel. — Aún me pregunto cómo seguirán las cosas por allá…—

De forma algo inconsciente, el estratega acarició el mapa con su pulgar de manera cariñosa, ya que recordar aquella última mirada que se dio con Laurens le enterneció por completo. Su mano libre se dirigió a sus labios al recordar su suave tacto sobre estos y una sonrisa se dibujó sobre su rostro.

Toda aquella escena fue detenida en cuanto sintió cómo su caballo se quedaba quieto en su lugar y no continuaba caminando ¿Por qué? Pues se había quedado comiendo un poco de pasto que había en esa zona. Alexander hizo una mueca al ver esto y se quedó esperando mientras sus ojos todavía recorrían a detalle el mapa. Miró por un momento las tierras del norte, ahora le daba curiosidad saber qué se escondía allí, también pudo ver a Frhancek y también el reino élfico. Ese era su objetivo final, debía llegar allí y averiguar qué había pasado con aquel comandante. Mientras observaba el papel, pudo notar cómo unas dos gotas le caían encima a este y lo enrolló, guardándolo en el bolso que lo tenía junto con el pergamino de la profecía.

La lluvia había comenzado y aquello le extrañó de sobremanera ya que aquel día parecía ir bastante bien. Frunció un poco su ceño en cuanto una de las gotas cayó sobre su nariz y agitó ligeramente su cabeza para que esta se cayera. Tenían que llegar a aquel pueblo de manera rápida o iban a terminar empapándose por completo. Fue así que Alexander tomó las riendas de aquel caballo con fuerza y tiró de estas para hacer que el corcel comience a correr muy rápidamente.

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora