En marcha

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Las pisadas de un caballo se escuchaban en un pueblo que había cerca de la zona este. En aquel lugar yacían las tierras Wood, un lugar que muchas veces no se alcanzaba a ver por sus frondosos límites marcados por árboles. Este lugar era cómo un mundo nuevo para cualquiera, un lugar en el que varias criaturas convivían sin problemas en un círculo de paz. Pero aquel jinete que ahora cabalgaba alejándose de aquella tierra de alquimistas no parecía estar tan alegre. O bueno, él se mantenía de manera neutra.

No muy lejos de aquel poblado enorme, yacía la que era su adorada casa, la cual había construido con ayuda de uno de sus ex amigos, Matthias, y que ahora él mismo mantenía por su cuenta. Se dio unos momentos para poder bajarse de su caballo y atarlo. Aquel vivía de manera bastante solitaria podrían decir muchos, pero con una sola paloma blanca cómo mascota llamada Theodosia, para él era suficiente. Él es del tipo de persona que en espacios cerrados con mucha gente, cómo una taberna, se queda mirando a la ventana anhelando salir de ese lugar lo más pronto posible. Así es cómo aprendió a vivir desde una corta edad, luego de haberse escapado de su casa.

Oh si, la vida no había tratado de buena manera al pequeño Aaron, individuo el cual ya había llegado a su tranquila y cómoda casa en la cual buscaba comodidad. Realmente nunca había tenido problemas viviendo en aquel hogar, es más, le parecía un lugar tranquilo. Aun así, el vivir en un lugar cómo ese, definitivamente no era ninguna tarea fácil, ya que le proponía el reto de poder mantener todo por su cuenta, el limpiar la casa, buscar su propia fuente de agua, alimento y mantener su cordura de alguna forma u otra. 

Aquel perteneciente al linaje Wood era de suponer, un alquimista de sangre, es de las primeras cosas que a uno le enseñaban y se le escapó una risa al recordar que cuando era pequeño era todo un erudito. La alquimia era su pasión, todo un nuevo mundo por recorrer en el cual regía el cambio de los materiales y fusión de estos con tal de crear algún nuevo elemento. Quién sabe, quizás y hasta uno jamás antes visto. 

El alquimista soltó una de las bolsas que traía en su mano sobre la mesa para comenzar a sacar poco a poco lo que había dentro de esta. Así fue que aquel moreno comenzó a revisar qué elementos tenía y cuales le faltaban. Previamente se había pasado por el pueblo justamente para poder conseguirlos. Rara vez lo hacía, y se llevaba mucha cantidad, cómo si hubiese algo en aquel lugar que realmente no le agradase, el detonante que hacía que su piel se le erizase al pasar por cada esquina y mirar a la distancia. 

Los ojos de Aaron se abrieron de par en par al percatarse de que le faltaba un elemento, el paladio. Aquel material no le era tan difícil de encontrar, es más, solo necesitaba unas pizcas y afortunadamente cerca de la zona en la que vivía, había minas en las que se habían dejado el paladio y un par de elementos más que no se habían tomado la molestia de sacar de entre las rocas. Aquellas minas eran muy usadas por los Woods pero Burr ya no sabía si sentirse identificado ni siquiera con los de su propia sangre por mucho que lo intentase.

En un instante, el de prendas color marrón se quitó su capucha, muchas veces le gustaba salir y sentir cómo el viento le daba directamente en su rostro, le brindaba una sensación de paz. El camino hacia las montañas no era largo  y las probabilidades de que hubiese algún Wood trabajando en estas para sacar minerales en ese momento eran muy bajas. 

Era curioso, los Woods no eran gente que buscaba hacerse de la mayor cantidad de oro o joyas preciosas posibles solo para mostrarlas al mundo y creer que les brindaban superioridad. Ellos las utilizaban principalmente para sus propios fines, el estudio de la materia, el porqué de las cosas e intentar comprender cómo era que todo funcionaba de una manera más acertada. Preferían esto a solo suponer que algo cómo los dioses existían, hasta ellos se lo cuestionaban seguido. Aun así había una duda que seguían sin poder explicar con exactitud, un factor que ponía a mucha gente dentro y fuera de su pueblo en duda, la magia. Había quienes negaban rotundamente su existencia y había otros que podían mostrar cómo fenómenos ocurrían de los que todavía no tenían una respuesta asegurada.

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora