Integrar opuestos

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Cómo anteriormente sucedió, Alexander estaba yendo con su bote hacia el otro lado. Este, pudo visualizar que ya no faltaba mucho, así que apuró su ritmo para poder llegar a aquella orilla. Al parecer si se desviaba un poco hacia el sur podría encontrar algo que comer, ya que se había terminado por completo el pan que le quedaba y su estómago no dejaba de pedirle a gritos el comer algo de manera inmediata. Al llegar a la tierra, este sacó el barco del agua, pero con dificultad ya que recordemos que traía su brazo bastante dañado por la mordida que le había dejado la sirena en este. 

El joven de coleta recordó que consigo traía una brújula, y le pareció extraño, porque se encontraba apuntando hacia el sur cómo si fuera el este, así que continuó su camino hacia allá. De todas formas, cada vez se iba acercando más a su destino. Iba dando un paso detrás de otro y en su camino se había encontrado una preciosa paloma blanca, la cual se fue volando. Para alguien como él, aquello significaba muy buena suerte en su camino, así que sin más, continuó.

Él mismo fue testigo de cómo en aquel bosque las cosas parecían ser un tanto diferentes, un claro ejemplo de esto eran las plantas. Claro está, él conocía las plantas que solo estaban en la zona en la que vivió toda su vida, pero esas eran algo completamente nuevo para él y su mente no dejaba de imaginar cuál sería la próxima que encontraría. Su curiosa mirada mientras caminaba, fue a parar en unos arbustos, los cuales eran bastante abundantes y parecían tener bayas en ellos. Para su mala suerte, no estaban en el mejor estado del mundo, pero con tal de que fuesen comestibles, el joven estaba satisfecho. El viajero comenzó a comer aquellas dulces bayas, tenía demasiada hambre y parecía que aquellos frutos serían los únicos que saciarian esta.

— ¡Alto! ¡Detente!— Una voz se oyó no muy a la distancia, alguien le había gritado y cómo no podía verle, este se giró a mirar. 

Alexander pudo notar que había un sujeto encapuchado. Entrecerró sus ojos intentando divisar qué o quién era ya que no podía ver con exactitud cómo era su rostro y la intriga le estaba comiendo por dentro. 

— Esas bayas son… venenosas…— La mirada de Burr se dirigió a la del estratega y frunció un poco su ceño con algo de confusión. Aquel viajero claramente le parecía conocido de algún lado, quizás buscaba algo, pero lo mejor para él era no meterse en ningún problema. Un segundo, solo eso le tomó para reaccionar ¿El joven había comido bayas venenosas y todavía no había muerto? Seguramente tenía mucha hambre, además con ese brazo no le iba a dejar estar en pleno bosque, no iba a poder defenderse. 

— ¿Venenosas?... ¡Espera, no te vayas! Necesito un lugar en el que poder pasar la noche ¿Conoces algún sitio en el que pueda quedarme?— Quitó sus manos rápidamente de entre aquellas plantas y las pasó por sus ropas para limpiarlas un poco, guardando la brújula en su bolsillo.

— Tengo una cabaña no muy lejos de aquí. — Aaron no era una persona de muchas palabras, a decir verdad, nunca encontraba algo bueno que decir y menos cuando se encontraba por primera vez con alguien… entonces ¿Por qué sentía que le era tan diferente? — Puedo curar tu brazo, solo sígueme, no tardaremos mucho. —

— ¿¡De verdad!? ¡Lo agradecería mucho! — La sonrisa radiante del táctico se dejó ver ante esto, hasta presionó sus puños por aquella respuesta, aquel otro no parecía ser una mala persona, al menos no cómo aquella sirena loca o el demonio que le había encerrado en una cueva.

— Sí… — Respondió el alquimista, poniéndose un tanto incómodo al no saber de qué hablar exactamente mientras regresaba a su casa junto al joven.

— Entonces… ¿Siempre has vivido en este lugar? ¿Cómo? Quiero decir, supongo que es algo complicado el vivir por tu cuenta ¿O vives con tu familia? Yo nunca he tenido la oportunidad de ver a mi padre, y mi madre no pudo superar una enfermedad que le dio cuando yo era pequeño, pero era una Schuyler de respetar que siempre intentaba sacarme adelante. — El viajero hablaba con determinación, era muy cierto que si a él le dejaban el espacio necesario y le daban la oportunidad de hablar, no dudaba en hacerlo, pero esperaba que aquel otro le respondiese algo.

HAMILTON MEDIEVAL AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora