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Liliana

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Liliana.

Mis manos sudaban pero ni aún así dejaba de sujetar el volante con ambas manos, solo pensaba en mi pequeña Blair y que ella estaría bien con su padre y sus abuelas, tendría una buena vida asegurada ya que había un dinero el cuál cubriría toda su educación seglar, era dueña de un departamento en la gran ciudad al igual que de una fundación y un fideicomiso que tendría al cumplimiento veinte años. 

No la obligaría a tomar responsabilidades en la empresa si ella no quería hacerlo así que ella tendría la opción de vender la compañía pero cuarto porcentaje sería para las funciones que tenía y de esa manera todos ganarán. Ella sería feliz, se que lo sería aún si yo no estaba en su vida pero siempre sabría que la ame demasiado a pesar del miedo que tenía constantemente al no ser una buena madre para ella. 

Las lágrimas comenzaron a bajar por mi mejilla y tuve que morder mi labio para evitar sollozar en voz alta. Había ya salido de la ciudad y comencé a conducir por la interestatal, ruta que tomaban las personas que salían de la ciudad pero no era muy transitada, el asistente de mala volvió hablar. 

—Su destino está cerca, perra —anunció la voz robótica— acelera un poco más para salvar su vida. 

Observé el espejo al frente y ví la advertencia sobre el límite de velocidad, hice más presión en el acelerador y fue cuestión de segundos para poder ver el motor en llamas, por intuición observé a mis lados para buscar una alternativa más. Sería cuestión de milésimas de segundos para que la camioneta explotará así que me quite el cinturón de seguridad para arrojarme por la ventana. 

Mi cuerpo aterrizó sobre la superficie rocosa de la carretera haciendo que algunas piedras se incrustaran en mi piel causando un leve dolor, mi cabeza se golpeó con una roca e hizo sangrar la parte derecha de mi frente. Al levantar la mirada lo hice al instante en que mi camioneta explotaba. 

Mi cuerpo me dolía, dejé caer mi peso sobre la tierra y comencé a llorar colocando las palmas de mis manos sobre mi rostro pero una voz hizo que las quitará. 

—Maldición Collin —¿Jasón? no podía creerlo.

—¿Qué haces aquí? —mi voz se escuchó rota.

—¿Cómo que qué hago aquí? —mostró su enojo de manera evidente— ¿Qué carajos tratas de hacer? 

Quería que me abrazara no que me estuviera gritando por la estupidez que hice. —¿Puedes abrazarme? 

Soltó un bufido antes de colocarse a mi altura para abrazarme. —Vayamos a casa. —Me ayudó a levantarme del suelo para después cargar mi peso con sus brazos hasta la camioneta.

Llevaba mi cabeza de lado contrario al rostro de Jasón para no verlo, sabía que él me observaba porque podía sentir su mirada en mí. Cuando me di cuenta que nos dirigíamos al hospital decidí hablar. —A casa. 

Luchando Por Amarnos. ® [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora