Capítulo XI

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¡Se iría, Chris, se iría! 

Dulce no podía, ni quería, creerlo. Desde que había salido del hospital, su principal apoyo había sido Christopher, además de su familia, pero más que ninguno él. Estaba siendo egoísta y caprichosa, lo sabía, pero no quería que se fuera, pues sabía que lo extrañaría demasiado. Además, su maldita incertidumbre de no saber lo que sentía por el la había estado atormentando cada día desde hace tres semanas, cuando él le contó su decisión de irse del país. 

Cuando se lo dijo, ella solo había podido sonreír y felicitarlo, ¿qué otra cosa si no?, se hubiese visto horrible que mostrara como realmente le había caído la noticia. Desde ese día había intentado amigarse con la idea de que él solo estaba siguiendo sus sueños, aprovechando oportunidades que se dan solo una vez en la vida. Pero no lo conseguía. A cada momento pensaba que él la estaba abandonando y eso la hacía sentir molesta, con él, con ella, ¡con todo el mundo!

—¡Dulce María! ¿Podrías, por favor, ¡apurarte!? —gritó Anahí en el cuarto de su hermana menor, esperando que ella saliera del baño. 

—¡Qué ya voy!

—¡Llevas diciendo eso hace muchísimo rato! —agregó Maite, quien estaba sentada junto a su hermana en la cama—. ¡Llegaremos tarde!

Dulce finalmente abrió la puerta ya maquillada, vestida con unas botas de cuero, falda corta color negro con aplicaciones brillantes, un top celeste de mangas largas y cara de muy pocos amigos. 

—Pues por mi mejor, no tengo ningún ánimo de ir —dijo la pelirroja, mientras iba a su tocador para buscar accesorios a juego con su vestimenta. 

Anahi intercambió una mirada de complicidad con Maite y apretó los labios para no reir, pues era evidente el mal humor que Dulce traía desde que se había enterado de la partida de Christopher. Entonces agregó: 

—Oh vamos, Dul. La fiesta estará increíble, además, es la última noche que Chris estará aquí, no puedes no ir y hacerle el feo, él ha sido muy bueno contigo. 

—ya, ya, esta bien —suspiró con fastidio. Se aplicó perfume y giró frente a sus hermanas—. Ya estoy lista, ¿Qué tal?

—Hermosa —dijo Maite. 

—¿Podemos irnos?

—Si, Anahí.  

Las tres se despidieron de sus padres y salieron rumbo a la discoteca donde se llevaría a cabo la despedida. Al llegar, Anahí las instó a buscar inmediatamente a Poncho y luego de dar un par de vueltas por el local, el cual estaba lleno de gente por ser viernes, lo encontraron. El moreno tomaba una cerveza junto a Christian. 

—¡Gatito! —dijo Anahí a modo de saludo. Se le lanzo a los brazos a Poncho y lo beso tiernamente en los labios—. Te he echado de menos, bebe.

—Yo también, mi amor.

—Ay, por favor, contrólense ¿si? —soltó Dulce, con poca amabilidad y muy asqueada—. Aun estamos en horario de menores. 

—Que genio te cargas, Dul, ¿estás bien? 

—Si, Christian, solo me duele la cabeza. 

—¿y dónde esta el festejado? —preguntó Maite, mirando alrededor. No terminaba de formular la pregunta cuando sintió los brazos de Christopher rodeándola por la espalda. 

—Aquí. 

Anahi soltó a Poncho y prácticamente lo obligó a separarse de Maite para abrazarlo ella, pues le tenía muchísimo cariño 

—¡Chris! Ya te lo he dicho muchas veces, pero, neta felicidades. Espero que te vaya excelente en Londres, te extrañaremos muchísimo —volteó a ver a su hermana, mas sin romper el abrazo—. ¿verdad, Dul?

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