Capítulo final

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Dulce se sentó en la cama y se puso a pensar en todas las cosas que Roberta le había dicho, aun con la sensación palpitante que le había dejado la cachetada que su prima le dio, pero que sirvió para que ella se diera cuenta de una cosa: Que tenía razón, estaba siendo una completa egoísta.

El dolor por el recuerdo del aborto, más la sensación de sentirse traicionada por sus cercanos, la había privado de la empatía que requería para ponerse en el lugar de los demás, sobretodo en el de Chris, quien no solo había tenido que lidiar con la pérdida del bebé, sino también con su amnesia. Solo en ese momento fue capaz de pensar en lo terrible que tuvo que haber sido para él darse cuenta de que ella no lo recordaba. Sin duda, ella no habría sido capaz de lidiar con ese pesar y ahora se sentía horrible por todo lo que le había dicho, por como lo había juzgado por como actúo y por irse.

Tenía que hacer algo para remediar las cosas y tenía que hacerlo ya. Tomó sus pertenencias con rapidez y salió de la cabaña, se montó a su auto, que aguardaba por ella estacionado cerca de ahí y prendió el motor. Luego se dio cuenta de que no sabía qué hacer primero. Pensó en ir de inmediato a buscar a Chris a su departamento, pero pronto concluyó que habían otras cosas que requerían una solución más temprana.

Aún con el motor encendido, rebuscó en su bolsa su celular y le marcó a Roberta, pero esta no le contestó. Entonces, tomó medidas más drásticas.

—¿Bueno? —dijo cuando una voz femenina respondió al otro lado—. Buenos días, señorita, quisiera solicitar información para algún vuelo con destino final a Londres, a eso de las —miró su reloj, calculando la hora, pues Roberta le había dicho que Chris se iría en tres horas— dos de la tarde... precisamente, ese vuelo. ¿Y aún hay disponibilidad para reservar un tiquete?... Sí, primera clase está bien, si es lo único que tiene... Perfecto, quiero hacer la reserva entonces.

Dio todos sus datos personales a la operadora de la aerolínea y colgó. Luego manejó con rapidez por las carreteras y calles de la Ciudad de México, pues el tiempo estaba en su contra. Ahora debía centrarse en enmendar las cosas con la segunda persona a la que más había herido.

Aparcó el carro y subió hasta el usual piso ocho que tantas veces había visitado a lo largo de los últimos dos años. Al llegar a la puerta, tocó el timbre y minutos después, Diego le abrió con el rostro serio.

—Hola, ¿podemos hablar?

El hombre la miró fijamente y suspiró resignado, al tiempo que se apartaba.

—Pasa.

Dulce lo siguió hasta la sala y se sentó en el sillón a su lado. No sabía como comenzar esta conversación, pero aquello no fue problema, pues él se le adelantó.

—Mira, Dulce, ya sé que tienes algo con Christopher.

Aquello la pilló completamente desprevenida.

—¿Lo sabes?

—Sí, los vi anoche en el antro, besándose. Recién ahí me di cuenta lo ingenuo que fui todo este tiempo, era evidente que sentías algo por él.

Dulce bajó la mirada llena de vergüenza, ya que Diego solo había sabido darle amor desde que se encontró con él en el centro comercial. No merecía esto.

—Diego, perdóname, por favor —le pidió, tomando una de sus manos—. Nunca estuvo en mis planes jugar contigo... Yo... yo estaba muy confundida. Christopher era mi novio antes del accidente, pero yo no recordaba nada y...

—Y me usaste a mí —dijo terminando la frase por ella.

—¡No! Diego, por favor. Yo sé que es difícil, pero intenta entenderme —se pasó la mano libre por la cara, ya que no sabía por donde partir—. Ni yo misma sé cómo explicártelo... Yo sabía que algo me unía a Chris, que sentía algo fuerte por él, pero nadie me decía la verdad sobre nuestra relación y yo no recordaba absolutamente nada, solo tenía sensaciones que finalmente me confundían más. Después él se fue y me encontré contigo y todo fue tan fácil, fuiste tan bueno y tierno conmigo desde el principio. Me diste la seguridad que me hacía falta y eso me hizo... no sé, me hizo creer que me enamoraba de ti. Pero la verdad es que mi corazón siempre ha sido de Christopher. Perdóname, por favor.

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