Capítulo XIII

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Hace poco más de tres semanas que Christopher se había ido y Dulce, derechamente, estaba deprimida. O al menos eso pensaban sus hermanas. Cada día la veían más triste que el anterior, sin motivación por nada, solo salía de la casa para ir a la universidad y volvía sin desvíos en cuanto terminaba la jornada, de ahí se encerraba en su habitación hasta la hora de comer, momento en el que no decía mucho tampoco. 

La familia estaba preocupada y ya no sabían qué hacer para animarla un poco. 

Esa mañana, luego del desayuno, Anahí junto con Maite entraron casi con violencia al cuarto de su hermana menor, decididas a sacarla del hoyo negro en el que se encontraba. 

—Ok, Dul, fue suficiente —dijo la rubia. Le quitó las sabanas de encima, sin prestar atención al gruñido que la pelirroja soltó—. Vas a salir y ahora.

—¿¡Cuál es tu maldito problema!? ¡Déjame en paz! ¡Las dos déjenme en paz! —volvió a cubrirse.

—¡No! —dijo Maite, ahora descubriéndola ella y logrando al menos que Dulce se sentara en la cama, aunque no menos molesta—. Ya estamos cansadas de tu actitud Dulce María, tienes que salir.

—Salí toda la semana para ir a la universidad, ¿será que hoy, en maldito sábado, me dejan descansar?

—No, no te dejamos, porque lo tuyo ya es de dar pena. Si tanto extrañas a Christopher y deseabas que se quedara, ¿¡por qué no se lo dijiste!? 

—¿Por qué siempre metes a Christopher en todo, Maite?

—Porque es evidente que desde que se fue, eres una zombie. Si elegiste esconder tus sentimientos y dejar que se fuera, asúmelo y deja de llorar por los rincones. 

—Maite, cállate, ¿si? No tienes idea de lo que estás hablando. 

—¡Claro que lo sé! Fuiste una cobarde y no tengo ningún problema en decírtelo. 

—A ver, ya, las dos —intervino Anahí, poniendo sus brazos rectos en el aire en ademan de separarlas. Suspiró y se sentó en la cama—. Lo que May quiere decir, de una forma un poco brusca tal vez —le dio un rápido vistazo a la morena con reproche—, es que estamos muy preocupadas por ti. Más allá de lo que sentiste, o no, por Chris, sabemos que él era alguien importante en tu vida y que el que ya no esté, te hace sentir mal. Solo queremos ayudarte. 

Dulce vio la tierna sonrisa que su hermana del medio le regaló y sintió como los ojos le ardían por las lágrimas, pero no quería llorar, se negaba a hacerlo más.

Sus hermanas tenían razón, desde que Christopher se había ido a Londres, ella se quedó como un alma en pena. Lo extrañaba muchísimo y constantemente se preguntaba si acaso había cometido un error al no pedirle que se quedara con ella, o si tal vez el error lo había cometido antes, cuando se acostó con él. Ahí llegaba a la conclusión de que lo mejor fue no interponerse en su futuro y dejar que se fuera, pues seguía estando confundida respecto a sus sentimientos y él no merecía desperdiciar una oportunidad como la que tenía por algo incierto. 

Aún así no podía olvidarlo. No podía sacar de su mente su bonita sonrisa, ni sos envolventes ojos cafés, tampoco la forma como se comportaba con ella y como la hacía sentir, menos la última noche que pasaron juntos, en la que sus besos y caricias se quedaron impregnados en su piel. Por eso lloraba y por eso estaba triste, porque sabía que haberlo dejado ir estuvo bien, pero definitivamente se sentía horrible. 

Respiró profundo y miró a sus hermanas con resignación. 

—Tienen razón, perdónenme. Es solo que, desde el accidente, todo ha sido muy raro, ¡yo estoy rara!, sin recordar todo de mi vida pasada... No sé, Christopher me daba un poco de seguridad y ahora que él no está... Me siento perdida, ¿entienden?

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