Capítulo XVI

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La impresión que le provocó sentir las manos de Roberta en su cuello, al tiempo que lo empujaba hacia ella para darle un beso, a penas y le había dado tiempo para reaccionar. Nunca había creído en eso de que besarse con la mejor amiga sabía a besar a la hermana, él no tenía hermanas, pero estaba seguro que si la hubiese tenido, habría sentido esa misma sensación extraña recorrerle el cuerpo. No era mala, pero sí muy incómoda.

Cuando por fin espabiló, se apartó con rapidez del pseudo cariño de Roberta e inmediatamente pensó en Dulce, en que ella había presenciado todo ese pequeño espectáculo. Pero cuando la buscó en el umbral de la puerta, su amada ex novia ya no estaba. Entonces, volteó a ver a su amiga, quien lo miraba con una sonrisa traviesa en el rostro.

—¿Por qué hiciste eso, Roberta? —preguntó, mientras cerraba la puerta y veía a la pequeña pelirroja caminar por su departamento como Pedro por su casa, hasta llegar a la cocina.

—¿Qué tiene? ¿A poco no te gustó?  —dijo jocosa. Abrió el refrigerador y  lo cerró inmediatamente al ver que no había nada. Luego probó con los estantes, estaba decidida a encontrar algo que saciara su sed.

—¿A tí te gustó?

—Pues no estuvo nada mal, Uckermann. Hasta podría imaginarme nuestra vida juntos como pareja —volteó a ver a su amigo, quien ya había llegado a la puerta de la cocina y soltó una sonora carcajada al ver su rostro desencajado.

—¿Me cuentas el chiste?

—Tu cara, ese es el chiste.  No manches, Chris, somos amigos desde hace mucho tiempo y bien sabes que estas pulgas no saltan en tu petate.

Ahora el que rió fue Christopher. Le encantaba esa forma tan propia que tenía Roberta para expresarse.

—Bueno, aclarado eso, ahora dime por qué me besaste.

—Porque quería poner a Dulce celosa —se encogió de hombros con simpleza—. ¿Que no te diste cuenta cómo se puso?

—No, porque se fue.

—¡Exacto! Oye, además de faltarte comida en el departamento, te faltan jugadores en el equipo, abogado —dijo tocando la sien de Chris con su dedo índice—. Ella te ama todavía, solo está confundida con el doctorcito y tú tienes la culpa de eso.

Salió de la cocina, con Christopher siguiéndola con la mirada, y tomó su bolso para salir.

—Hey, baja un cambio y explícate. ¿Dónde crees que vas?

—Al bar donde me invitarás una cerveza y unas papás fritas.

—Acabas de cenar —le reclamó con ojos entornados.

—Sí, pero en esa casa solo sirven verduras y cosas orgánicas... Necesito grasa y carbohidratos para terminar bien mi día. ¿Me invitas o no?

Christopher negó con la cabeza mientras se reía. Tomó su chaqueta, las llaves de su moto y salió rumbo al lugar que su amiga eligiera.

En menos de quince minutos llegaron al barrio bohemio de la ciudad. Roberta escogió el bar que más le llamó la atención y Chris la siguió como un perrito. Se sentaron en la barra, pidieron dos cervezas, una porción grande de papas para la pelirroja y conversaron de sus vidas por un tiempo.

Ella le contó sobre el mes y medio que había pasado en la India y todo lo que había visto, cómo se había maravillado con los hermosos paisajes y templos, al tiempo que se le había desgarrado el alma al ver la pobreza en la que vivían la mayoría de sus habitantes. Luego, Chris le contó sobre su experiencia en Londres y lo mucho que estaba disfrutando la experiencia, pese a lo difícil que había sido mudarse a un país tan lejano.

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