Capítulo 1: La carta de Hogwarts

82K 6.9K 8.1K
                                    




Fue en ese momento en que Harry Potter le contó al Wizengamot que no creía realmente que Draco Malfoy fuera malvado, en que Draco comenzó a desear que Potter muriera.

Era un sentimiento nuevo. Draco hubiera pensado que ya era algo familiar. Aunque la mayoría del año pasado, habría deseado lo opuesto. Por el bien de su familia, cada día que su hogar ancestral estaba a cargo de ese hombre sin nariz, no había nada por lo que Draco rezara más, que, porque Potter estuviera ahí fuera, en algún lugar, listo para cumplir su destino. De librar al mundo de la oscuridad. De salvarlo. Y salvarlo a él.

Y Potter lo hizo, al mundo y a Draco. Del Fiendfyre (fuego maligno), del Señor Tenebroso, y de Azkaban; porque claro que Potter haría lo más noble. Él siempre hacía lo correcto sin importar qué. No odiaba tanto a Draco para no hacerlo.

No, Draco había visto la manera en que Potter lo miraba con esos ojos verdes; tan verdes como el Avada Kedavra, durante su juicio. Potter no podría odiarlo. Lo único que había ahí era lástima. 

Draco quería que Potter muriera por eso.

Por el dolor que había en su rostro mientras esperaba a Draco y su madre en la puerta del tribunal, sin hacer caso de todas las miradas sobre él. Solo le devolvió a Draco su varita sin decir nada.

Y cuando Draco intentó hablar con él, Potter se alejó sin más. Tal vez no lo escuchó. O tal vez sí.

El estado en que se encontraba la mansión daba vergüenza cuando Draco y su madre regresaron a ella. Había sido saqueada, en parte por el lado oscuro y después por el lado del bien; los aurores registraron hasta el último rincón. Dejaron que su madre levantara las protecciones de nuevo.

Excepto que ella no lo hizo, porque estaban esperando que Draco lo hiciera. Con su padre en cadena perpetua, Draco era oficialmente El Señor Malfoy.

Tenía miedo que su varita no funcionara, que su lealtad fuera plena hacía Potter junto con la del resto del mundo. Pero logró poner las protecciones sobre toda la mansión Malfoy.

Su madre le había dado demasiado espacio como para que se escabullera a las bodegas de vino sin ser percibido. Ella había estado demasiado callada desde que el Señor Tenebroso pereciera. En realidad, desde que el Señor Tenebroso renaciera. Tal vez deberían estar celebrando su perdón gracias a la lástima de Potter; o lamentarse que esa lástima no hubiera aplicado a su padre. A pesar de que todo el tiempo que Draco pasó en su celda en Azkaban pensó en todo lo que le diría a su madre, parecía que ambos no tenían mucho que decirse esos días; aun estando solos y a salvo. En cambio, Draco encontró consuelo en una botella; como parecía ser tradición para El Señor Malfoy.

No sabía que le habría dicho a Potter si se hubiera quedado a escuchar. Estaría esperando que le agradeciera por una vez en su vida.

"Gracias, Potter", Draco exclamó a la pared al fondo de la bodega de vino, mientras escuchaba su melancólica risa recorrer los muros con el mismo eco que los gritos de tortura hicieron, en el tiempo que su tía Bella los obtenía de sus prisioneros. Se sentía malagradecido, y tan podrido como el cadáver de su tía mientras se reía en el suelo "¡Gracias, Potter!, ¡gracias!"

Tendría que ser El Señor Malfoy ahora, reparar lo poco que quedaba de la mansión y el nombre que la acompañaba. Sin pensar en el futuro que le esperaba al portador de ese nombre.

Él y su madre tendrían que estar más agradecidos, y eso era peor que la quemazón del whisky en su garganta. Ambos podrían estar muertos o encerrados en Azkaban, y, sin embargo, aquí estaban, en una mansión que necesitaba reparaciones y con solo una insignificante porción de la fortuna Malfoy arrancada de sus manos. No habían perdido nada importante salvo a su padre. Y Vince. Y Severus, si Draco se permitía contarlo, aún solo en su cabeza. Él y su madre estaban intactos, gracias a Potter y su piedad.

Draco Malfoy y el espejo de Ecidyrue (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora