CAPÍTULO 2

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Suena el despertador de mi móvil, y me dan ganas de tirarlo contra la pared y seguir durmiendo. Me noto muy cansada físicamente, lo que no parece un buen comienzo de semana.

Me pongo mis vaqueros rotos, mis converse negras viejas, un top y la primera camisa grande que veo que pegue con mis comunes zapatillas.

Bajo al comedor donde me huele a algo muy familiar.

—¡Tortitas!— oigo decir a mis espaldas.

Me giro y veo a mi padre con un delantal, harina en la cara y una sartén con más de estas. Le sonrío mientras con la mano le quito la harina y le doy las gracias.

Empezamos a comer y aparece mi hermano con únicamente unos pantalones negros.

—¿Habéis visto mi camisa?— nos mira.

Niego con la cabeza y mi padre señala la secadora. Mi hermano la mira con ojos como platos y luego grita desesperado volviendo a subir las escaleras hacia los dormitorios. Parece que alguien tiene peor día que yo.

Ayudo a mi padre a recoger las cosas del desayuno y le subo un plato a mi hermano con un vaso de leche, llamo a su puerta y al no oír respuesta paso, un aroma a desodorante y perfume masculino me acribilla.

Le veo corriendo de un lado a otro y parándose en mitad de la habitación mientras el pelo le chorrea agua.

—No tengo camisas limpias, no tengo que ponerme— me mira triste y desesperado.

—Tu sécate el pelo y desayuna...— le digo mientras dejo su desayuno en el escritorio —...que yo bajo a plancharte la camisa— le doy un beso en la mejilla y bajo al salón para proceder a ello.

Una vez todo listo y varios minutos después oigo el motor de la camioneta de mi hermano salir del garaje. Al tener universidad se va más pronto que yo.

Entro en el baño que compartimos y veo una notita en el espejo "Eres la mejor, te quiero". Inmediatamente sonrío y me dispongo a asearme, un poco de rímel y vaselina. Me recojo el pelo en un moño con dos mechones sueltos y lista.

—¡Papá me voy! ¡Nos vemos a la hora de la comida!— le grito siendo consciente de que igual no me ha oído.

Cojo el casco, que me regalaron mis padres hace 7 años y que sorprendentemente me sigue valiendo, las llaves de la moto y salgo al garaje donde me espera mi pequeña, desgraciadamente nuestra casa está lejos de mi instituto por lo que ir caminando no es una opción.

En menos de 15 minutos estoy en el parking del instituto donde veo a Arthur a lo lejos con su característica chaqueta vaquera. Entramos por las puertas y nos dirigimos a clase.

•••

—¡Por favor que alguien me saque de aquí ya!—suspira mi amigo mientras entramos en el comedor.

Me rio por su desesperación, tomo un café de la máquina y me dirijo a la mesa en la que están nuestros amigos: Sarah con el pelo negro corto, ondulado, ojos azul celeste y la piel muy blanca y Christian moreno, ojos azules y un aire mujeriego.

—Hola preciosa— me dice Chris nada más sentarme, le doy un beso en la mejilla y otro a Sarah.

—¿Como estás tía?— me pregunta mi amiga mientras le doy un sorbo al café y ella muerde su muffin.

—Bien, ya sabéis, como todos los años, mi padre ha echo un desayuno como para dos familias e iremos esta tarde a visitarla— respondo.

Noto como se miran y cambian de tema sobre algo de un profesor y una corbata. Dejo de oírles cuando veo llegar a Arthur con una bandeja llena de comida y la botella de agua entre las costillas y el codo, le cojo la botella lo que él me agradece con una sonrisa y se sienta.

—Pero que bruto eres tío— le dice Chris a este quitándole una galleta.

—No he desayunado, necesito reponer fuerzas de las cuatro primeras clases— dice haciendo una mueca de aburrimiento.

A última hora tenemos literatura, que se me pasa prácticamente volando, es una de mis asignaturas favoritas y le tengo mucho cariño a la profesora, es nuestra vecina y más de una vez se ha tenido que quedar con nosotros cuando mi padre trabajaba hasta tarde.

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