CAPÍTULO 3

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Nada más terminé las clases, me fui a casa, mi padre estaba duchándose cuando llegué, y mi hermano con su ordenador en el sofá, le saludé, comí y subí a cambiarme.

Personalmente no me gusta vestir muy formal, me gustan los vestidos pero no es algo que llevaría diariamente. Opté por uno blanco de seda que compré no hace mucho y mis zapatillas. Deshice mi moño y pinté mis labios con un rosado apenas apreciable. Cogí una mochila pequeña negra de detrás de mi puerta, en el que metí mi teléfono. Me eché perfume y terminé de ordenar mi habitación.

No era muy grande pero me gustaba, el cabecero de la cama daba junto a la pared de la puerta, era de matrimonio pero pequeña y llena de muñecos, en frente de la puerta tenía una ventana bastante amplia, debajo de ella estaba mi escritorio, siempre igual de ordenado, soy muy maniática con eso, pero solo con eso. Y por último un armario empotrado con un espejo en la puerta paralelo a la cama. Las paredes eran granates y los muebles blancos.

—Ya estoy— le dije a mi padre entrando en su habitación.

—Estás guapísima cariño— me dijo dándome un beso en la cabeza.

Salimos los tres de casa y fuimos andando al cementerio, se tardaban escasos diez minutos.

Compramos un par de rosas blancas y rojas, sus favoritas; reconozco que esa pasión por las rosas la he heredado. Las dejamos en su jarrón de mármol blanco y estuvimos contándole los acontecimientos ocurridos este último año como si nos escuchara. Después de una hora y media volvimos a casa.

—Kat— oigo decir a mi hermano.

—¿Si?— le pregunto sin levantar la mirada de mis zapatos mientras andábamos.

—Tienes visita— responde mi padre.

Levanto la mirada y ahí están, los tres, sentados en las escaleras del porche.

—Hola preciosa— dice Chris.

—Hola chicos— murmuro casi inaudible.

Se levantan los tres y me abrazan fuertemente.

El cariño que les tengo es casi inexplicable, nos conocemos solo desde hace cinco años pero es como si fuera de toda la vida.

No sabía cuanto necesitaba un abrazo hasta que me lo dieron; el bajón venía ahora.

Entramos en casa y mi padre sacó refrescos y cosas de picar, nos pusimos una película y pasamos así la tarde.

Un par de horas después ya se habían ido a sus respectivas casas y yo fui a ducharme.

Mis músculos se relajaban bajo el agua caliente, terminé mi ducha y sin comer nada me acosté.

Revisé los mensajes de mi teléfono

Sarah:
—Tía, por favor, mira que dios griego—
—*foto*—

Inmediatamente sonrío, esta niña es increíble, siempre pensando en lo mismo, pero hay que decir que el chico era bastante guapo, le busco en instagram y le investigo un poco, vivía en el pueblo de al lado, se llamaba Axel y el protagonista de su vida parecía ser su perro.

Katia:
—¿Musculitos amante de los perros? Esperaba más de ti ;)— la escribo con ironía.

Apago el teléfono y decido descansar, después de todo, sigue siendo lunes.

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KATIA   *(Horas De La Eternidad #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora