Capítulo 17

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NOAH


Eran pasadas las once y media de la noche cuando decidí que era imposible dormirme. Desde la noche anterior después de lo que había ocurrido con Nicholas, el recuerdo de los besos y de sus manos acariciándome la piel no se me quitaban de la cabeza. Mi mente solo podía pensar en él y en sus labios fundiéndose con los míos. Agradecía la distracción, puesto que eso era mejor que recrearme en mi tristeza y en los recuerdos de mi antigua vida.


Lo que no me gustaba era estar sola en una casa tan grande. No tenía ni idea de dónde estaba Nicholas pero aun habiéndome despertado a las ocho de la mañana no había podido verlo marchar.


No comprendía por qué demonios me preocupaba... ¿Desde cuándo me importaba dónde pudiese estar? Seguramente estaría acostándose con algunas de las chicas de su lista de chicas fáciles, sin siquiera pensar en lo que habíamos estado haciendo la noche anterior. ¿Era yo la única que pensaba que todo había sido una completa locura? ¡Por el amor de Dios, éramos hermanos, o lo que fuera...! Vivíamos bajo el mismo techo y nos llevábamos fatal, tanto que cualquier recuerdo que no fueran los besos y caricias de la noche anterior me producía irritación.


Lo que pasaba es que estaba falta de cariño, mi madre estaba en la otra punta del país, al igual que mis amigos y la gente que conocía de toda la vida. Todo allí era nuevo para mí, ni siquiera sabía cómo moverme por aquella ciudad tan grande. Jenna estaba enganchada a su novio como una lapa, por lo que no podía pretender que estuviese conmigo todo el tiempo.


En ese instante necesitaba estar con alguien, hablar o, por lo menos, no sentirme tan sola.


Al menos había conseguido camelarme al perro de Nick, Thor. En ese instante estábamos los dos tumbados en el sofá: él apoyaba su cabeza peluda y oscura sobre mi regazo, y yo le acariciaba las orejas a un ritmo constante. El perro no era para nada como me lo había pintado el idiota de Nick; todo lo contrario: era un perro muy cariñoso y fácil de conquistar si tenías a mano una caja de galletas para perros. Así de triste era mi vida: mi mayor apoyo en esa casa era un ser de cuatro patas, a quien le encantaba que le acariciaran en las orejas y cuyo pasatiempo preferido era que le tirasen una pelota una y otra vez.


Estaba mirando una película en la tele cuando sentí que la puerta de entrada se abría. Thor estaba tan dormido que simplemente se le movieron las orejas en dirección al sonido cuando una figura alta apareció en el zaguán. El salón daba justo al recibidor.


Sentí un revoloteo en el estómago cuando vi de quién se trataba.


—Nick —lo llamé cuando vi que su intención era subir. O no se había percatado de mi presencia o pasaba olímpicamente de saludarme. Segura- mente la segunda opción era la correcta, y me arrepentí de inmediato de haberlo llamado.


Su rostro se volvió hacia el salón y un segundo después lo tenía en la puerta, observándome.


Bajo la tenue luz del televisor y de la lamparita de la entrada solo pude ver que se le veía realmente agotado. Se apoyó contra el marco y me miró con el rostro impasible.


—¿Qué haces despierta? —me preguntó unos segundos después. Tardé en contestarle porque me quedé hipnotizada observándolo. Parecía más mayor y cansado... Estaba realmente atractivo.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora