Capítulo 23

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NOAH

Ya había pasado una semana entera desde la última vez que había hablado con Nicholas. Una semana entera que llevaba trabajando y la primera semana que no recibía ningún mensaje por parte de mi ex, Dan, lo que era de agradecer. Después de lo ocurrido en el aparcamiento del bar, Nick me había evitado casi de una forma insultante. Cuando me levantaba él ya se había ido y cuando regresaba de trabajar, a eso de las diez, mi madre me informaba de que se había marchado poco antes. Era como si de repente no quisiera volver a verme y lo peor de todo era que yo estaba sufriendo aquel distanciamiento como nunca hubiese imaginado. Mi cuerpo me pedía volver a besarlo, volver a estar rodeada por sus brazos y también enloquecía pensando en lo que podría haber hecho mal, o por qué motivo él se mostraba tan frío conmigo después de haber compartido momentos tan excitantes.

Sabía que iba a casa porque mi madre lo veía casi todos los días, solo que iba cuando yo no estaba o si no, regresaba a las tantas después de haber estado haciendo sabe Dios qué. Por eso aquella tarde, cuando mi jefe me anunció que ese sábado no tenía que trabajar porque cerraban el bar duran- te tres días, me propuse encontrarme de una vez por todas con él. No sabía exactamente si iba a aparecer por casa y tampoco estaba del todo segura de si quería volver a tenerle delante.

Intentando evadirme de cualquier conflicto emocional que estuviera teniendo lugar dentro de mi mente me metí en la cocina, ya que aquel día mi madre y yo íbamos a ver unas películas mientras cenábamos juntas en el salón. Cuando estábamos en Canadá lo hacíamos casi todas las noches y desde que nos habíamos mudado apenas pasábamos tiempo juntas. Mi madre estaba todo el día acompañando a William en sus viajes de trabajo o yendo de compras o incluso ayudando a organizar muchos de los eventos y fiestas que Leister Enterprises organizaba cada mes. Pero aquella noche estaríamos juntas: William iba a quedarse en el despacho hasta tarde y aprovechando que yo no tenía que trabajar, habíamos coordinado nuestras agendas.

Eran pasadas las ocho de la noche, y a mi madre aún le quedaba un rato para llegar a casa, cuando decidí preparar carne al horno con patatas asadas. Me gustaba cocinar, no era un chef profesional pero me las arreglaba bastante bien entre fogones. Estaba cortando las patatas con un cuchillo parecido a esos que intentan vender siempre en la teletienda cuando sentí que la puerta de la entrada se cerraba. Me puse tensa de inmediato, no sabía si era él pero mi corazón comenzó a latir aceleradamente mientras escuchaba los pesados pasos de alguien acercándose a la cocina.

Ambos nos quedamos quietos cuando nuestras miradas se cruzaron en la poca distancia que había desde la puerta hasta la encimera de la isla de la cocina donde yo había dejado el cuchillo. Su mirada fue primero de sorpresa y después de deliberada indiferencia. No tuve mucho tiempo de molestarme por aquella actitud, dado que mis ojos se quedaron hipnotizados al ver cómo iba vestido, pulcramente arreglado, con un traje negro, camisa blanca desabrochada y el pelo cuidadosamente despeinado, enmarcando aquellos ojos que hacían que me temblaran las rodillas.

—¿No tendrías que estar trabajando? —me preguntó un segundo después, cuando ambos, o por lo menos yo, nos repusimos del impacto de volver a vernos después de siete largos días. Él se adentró en la cocina, rodeando la mesa en donde yo cocinaba para dirigirse a la nevera con aire distante y desenfadado.

—Me han dado el día libre —balbuceé aún aturdida por la increíble atracción que sentía por él. Me picaban las puntas de los dedos por las ganas que tenía de despeinarle aún más el pelo y de desarreglarle la camisa planchada con esmero.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora