Capítulo 34

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NICK

Estaba prácticamente en mi quinto sueño cuando la vibración del teléfono consiguió despertarme. Me pasé la mano por la cara y me espabilé al ver que era Jenna quien me llamaba.

—Espero que tengas un motivo importarme para despertarme a las tres de la madrugada —gruñí cerrando los ojos y recostándome otra vez sobre las almohadas.

—Nick, necesito que vengas... Noah no se encuentra bien —me comunicó y sentí cómo todo mi cuerpo se tensaba al instante. Me incorporé tanteando para encender la luz.

—¿Qué le pasa? ¿Está herida? —pregunté cruzando la habitación mientras buscaba algo para ponerme.

—Lleva vomitando más de media hora, está completamente borracha. Maldije entre dientes y cogí las llaves del coche.
—Dime la dirección, Jenna.

Tardé quince minutos en llegar. Había gente por todos los lados, y me colé a empujones en la casa. Busqué a Jenna en el salón y en la cocina, y cuando ya estaba cogiendo el teléfono para que me dijera dónde demonios estaba, la vi bajando las escaleras.

—¿Dónde está? —le dije furioso.

Jenna no tenía la culpa pero, joder, ¿no se suponía que debían cuidarse entre ellas dos? Ella no estaba mal; es más, estaba completamente sobria.

—La hemos llevado a la habitación de arriba —me informó y empecé a subir los escalones de dos en dos—. Sabía que se estaba pasando, pero no quiso escucharme, Nick —me dijo ella pero la ignoré hasta llegar a la habitación. Entré y me arrodillé junto a Noah. Tenía el rostro pálido y sudo- roso seguramente por el esfuerzo de haber estado vomitando durante tanto rato.

—¿Cuánto tiempo lleva así? —inquirí y al ver que nadie me contestaba me volví hacia Jenna furioso—. ¿Cuánto?

—Ha estado vomitando más de media hora y hace cinco minutos que perdió el conocimiento... o a lo mejor está dormida... No lo sé, Nicholas, lo siento, le pedí que parara, pero...

—Déjalo, Jenna —le acallé y entonces vi con el rabillo del ojo cómo entraba Lion en la habitación.

La otra chica que estaba junto a Jenna me miró con decisión.

—Estudio medicina, tranquilízate, su pulso es estable, simplemente se ha pasado, necesita dormir; mañana tendrá una resaca del quince pero está bien.

—¿Cómo puedes decir que está bien? —casi le grité al tiempo que cogía el rostro inconsciente de Noah entre mis manos y la observaba completamente preocupado.

—Lo está, llévatela a casa y vigílala durante la noche —me indicó aquella chica y eso fue lo que me propuse hacer.

—Lo siento, Nick... No pensé que esto terminaría así —admitió Jenna con culpabilidad.

—Ahora no me interesa lo que tengas que decir —repuse con frialdad a la vez que me inclinaba sobre Noah y la cogía en brazos sin dificultad. Me asustó ver que apenas emitía sonido alguno, aunque respiraba con normalidad. Su cabeza se recostó sobre mi hombro y me culpé a mí mismo por no haberla sabido proteger otra vez. Estaba así por mi culpa, pero había algo que no cuadraba: mientras bajaba las escaleras con ella en brazos no pude dejar de preguntarme qué demonios había ocurrido como para que ella decidiese emborracharse de aquella manera.

En cuanto aparqué en la entrada y me volví para observar a Noah no pude evitar tener una especie de déjà vu muy desagradable. La misma noche que había conocido a Noah ella había acabado justamente así, solo que drogada por algo que le habían metido en la bebida. Eso también había sido culpa mía y recordar cómo la había dejado tirada en la carretera me ayudó a comprobar lo cabrón que había sido con ella desde el mismísimo minuto que la había visto por primera vez. No me la merecía pero ya no había nada que pudiese hacer, me había cautivado.

Me bajé del coche y la saqué con cuidado. Seguía completamente in- consciente y tuve que darme prisa al entrar en la casa y subir las escaleras. Era bastante tarde y no quería que Raffaella viera a Noah en ese estado tan lamentable. Me fui directamente hasta mi habitación, sin pensarlo ni un segundo. Aquella noche no apartaría los ojos de ella hasta que no la viera recobrar el sentido. Cuando la deposité con cuidado sobre mi cama no pude evitar pensar que había deseado recostarla sobre esas almohadas desde la primera vez que la había visto con un vestido puesto y ahora tenía que traerla en aquellas condiciones. Le quité los zapatos con cuidado y encendí la pequeña luz que había en mi mesilla de noche. Estaba tan inconsciente que ni siquiera se había percatado de la completa oscuridad que nos había rodeado y eso hizo que sintiese una opresión en el pecho que no me dejaba ni respirar. ¿Y si estaba peor de lo que parecía? ¿Y si debía llevarla a un hospital para que la vieran? Descarté aquel último pensamiento ya que Noah era menor de edad y se metería en un buen problema si se enteraban de que había estado bebiendo alcohol en exceso.

Tenía la ropa manchada de vómito y la piel de gallina. Con la mente fría comencé a quitarle la falda y después las medias. Fui a coger una de mis camisetas y antes de comenzar a pasársela por la cabeza, algo captó mi atención: Noah tenía una larga cicatriz que le cubría un costado del estómago... Me quedé observándola con la mente completamente perdida. ¿Cómo se había hecho eso? No era una cicatriz normal, era grande y seguramente llevaba muchísimos puntos. Uno de mis dedos se deslizó por la superficie suave de aquella marca que destrozaba el cuerpo más espectacular que había visto en mi vida. En sueños Noah se inquietó y aparté la mano de golpe. ¿Por eso nunca había querido estar en biquini? ¿Por la cicatriz? Entonces muchos momentos y detalles se me cruzaron por la mente y adquirían al fin sentido: por qué siempre iba en bañador o por qué se ponía nerviosa si se le mencionaba que se quitase la ropa; asimismo, por qué su rostro se había descompuesto al jugado a verdad o reto y le propusieron quitarse el vestido.

Entonces fue cuando comprendí que Noah estaba a miles de kilómetros de mí, había muchas cosas que no sabía de ella y sentí la necesidad de protegerla de cualquier cosa que la preocupase o de la que tuviese miedo. Le pasé la camiseta por la cabeza y la cubrí con mis mantas.

«¿Qué le había ocurrido? ¿Quién era Noah Morgan en realidad?»

Con esos pensamientos en mente me recosté a su lado abrazándola contra mi pecho y deseando protegerla de todo y de todos, porque algo le había pasado y yo terminaría descubriendo el qué. 

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora