Capítulo 5

2M 84.6K 92.3K
                                    

NOAH

Lo último que quería en aquel momento era tener que deberle algo a aquel malcriado, pero menos aún me apetecía tener que quedarme sola con mi madre y su marido, viendo cómo ella lo miraba embobada y cómo él presumía de billetes e influencia.

Nicholas se volvió dándome la espalda y comenzó a caminar hacia la salida.

Me despedí de mi madre sin mucho entusiasmo y me apresuré a seguir- lo. En cuanto llegué a su lado en la entrada del restaurante, esperé cruzada de brazos a que nos trajeran su coche.

No me sorprendió ver cómo sacaba un paquete de tabaco de la chaqueta y se encendía un cigarrillo. Lo miré mientras se lo llevaba a la boca y segundos después expulsaba el humo con lentitud y fluidez.

Yo nunca había fumado, ni siquiera lo había probado cuando a todas mis amigas les dio por hacerlo en los lavabos del instituto. No entendía qué satisfacción podían obtener las personas de inhalar humo cancerígeno que no solo dejaba un olor asqueroso en la ropa y el pelo, sino que también perjudicaba a miles de órganos del cuerpo.

Como si estuviera leyéndome la mente, Nicholas se volvió hacia mí y, con una sonrisa sarcástica, me ofreció el paquete.

—¿Quieres uno, hermanita? —me preguntó mientras volvía a llevarse el cigarro a los labios e inspiraba profundamente.

—No fumo... y yo que tú haría lo mismo, no querrás matar la única neurona que tienes —le dije dando un paso hacia delante y colocándome donde no tuviera que verlo.

Entonces sentí su cercanía detrás de mí pero no me moví, aunque sí me asusté cuando me soltó el humo de su boca cerca de mi cuello.

—Ten cuidado... o te dejo aquí tirada para que vayas a pie —me advirtió y justo entonces llegó el coche.

Lo ignoré todo lo que pude mientras caminaba hacia su coche. Su 4x4 era lo suficientemente alto como para que se me viera absolutamente todo si no subía con cuidado y mientras lo hacía me arrepentí de haberme pues- to aquellos estúpidos zapatos... Toda la frustración, enfado y tristeza se habían ido agudizando a medida que la velada iba avanzando y las por lo menos cinco discusiones que ya había tenido con aquel imbécil habían conseguido que aquella noche estuviera en lo peor de lo peor de mí misma.

Me apresuré a ponerme el cinturón mientras Nicholas arrancaba el co- che, colocaba su mano sobre el reposacabezas de mi asiento y se volvía para dar marcha atrás e incorporarse al camino de salida. No me sorprendió que no siguiese hacia la pequeña rotonda que había al final del camino, rotonda que justamente estaba diseñada para evitar la infracción que Nicholas estaba cometiendo.

No pude evitar emitir un sonido de insatisfacción cuando nos reincorporamos a la carretera principal. Ya fuera del Club mi hermanastro aceleró y puso el coche a más de ciento veinte ignorando deliberadamente las seña- les de tráfico que indicaban que por allí solo se podía ir a ochenta.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora