Capítulo 41

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NOAH

Nunca le había visto tan preocupado, o bueno sí, si contábamos la pasada noche cuando me había encontrado gritando encerrada en el armario. Ahora estaba igual. El semblante triste y el entrecejo fruncido. Estábamos en su coche. Con una mano conducía y con la otra cogía mi mano apoyada en la palanca de cambios. Era increíble cómo sus preocupaciones podían importarme y afectarme tanto. Quería borrar esa tristeza y hacerlo sonreír como en las últimas horas, pero sabía que sería inútil. Había pocas personas por las que Nicholas Leister podía derrumbarse y darlo todo, y sabía perfecta- mente que su hermana era una de ellas. Con lo poco que me había contado acerca de su madre tenía claro que la odiaba o por lo menos que no quería saber nada de ella. Que no le hubiesen dado insulina a su hermana teniendo en cuenta que era diabética era un motivo perfectamente comprensible para odiarla aún más.

Condujimos casi todo el trayecto en silencio. Me daba pena que, después de haber estado tan compenetrados y felices, todo hubiese desembocado en algo como aquello, pero por lo menos él me besaba la mano de vez en cuando o se volvía y me acariciaba la mejilla con nuestras manos unidas. Era muy cariñoso y cada una de sus caricias me provocaba un dolor profundo en el centro de mi vientre. Acostarme con él había sentado un precedente y no iba a poder pensar en otra cosa cuando me tocase de aquel modo.

No nos detuvimos ni para comer algo. Cuando llegamos a Las Vegas, seis horas más tarde, nos fuimos directamente al hospital.

Madison Grason estaba en la planta cuatro de pediatría y nada más saberlo fuimos corriendo hasta allí. Al llegar a la sala de espera solo vimos a una pareja y una mujer regordeta. Esta se acercó a la puerta al ver que Nick se quedaba plantado mirando a la mujer que había detrás.

—Nicholas, no quiero que montes ningún número —le advirtió la mujer mirándonos alternativamente. A mi lado, Nick se había puesto tenso y apretaba la mandíbula con fuerza.

—¿Dónde está? —preguntó desviando los ojos de la mujer, que ahora se había levantado y miraba a Nick con preocupación.

—Está durmiendo; le han estado suministrando insulina para contrarrestar los niveles altos de glucemia, está bien, Nicholas, se recuperará —dijo para tranquilizarlo.

Apreté con fuerza su mano, quería que se calmara, pero estaba casi temblando.

Pasó por delante de Anne, la asistenta social y fue directo hasta la otra mujer. Era rubia y muy guapa y al verla de cerca supe exactamente quién era: su madre.

—¿Dónde coño estabas para que pasase algo así? —le soltó sin siquiera saludarla. El hombre calvo que había a su lado se puso entre los dos, pero la mujer lo evitó.

—Nicholas, fue un accidente —se disculpó ella mirándolo con los ojos apenados pero manteniendo la calma.

—Deja a mi mujer en paz, bastante preocupados estamos como para que tú encima...

—¡Y una mierda! —exclamó él aún sin soltarme la mano. Me la sujetaba con tanta fuerza que me hacía daño, pero no pensaba soltarme: me necesitaba en aquel momento—. ¡Necesita insulina tres veces al día, es fácil, cualquier idiota lo sabría, pero la rodeáis de niñeras estúpidas e ineptas y os quedáis tan tranquilos!

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora