Capítulo 36

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NICK

Algo estaba ocurriendo. Noah estaba diferente: se comportaba de una manera extraña. Desde que habíamos regresado del colegio aquella tarde no había vuelto a bajar; deseaba ir a verla porque sabía que algo iba mal. Desde que había visto la cicatriz en su cuerpo todas las alarmas habían empezado a sonar, algo le había ocurrido y algo le estaba sucediendo ahora para que se estuviese comportando de aquella manera: emborracharse hasta desmayar- se... esa no era Noah, no la que yo conocía, no de la que yo me había enamorado.

Apenas me hablaba, le había hecho daño y me merecía estar apartado de ella, pero no podía dejar que le pasase nada malo, debía protegerla de ese mal nacido, y si hacía falta perseguirla o vigilarla a escondidas lo haría.

En ese momento sonó mi teléfono. Lo cogí y hablé con mi hermana. No iba a poder estar su primer día de colegio y eso me partía el corazón, pero no podía dejar desprotegida a Noah. En el fondo me sentía culpable, pero algo me decía que debía estar aquí con ella. Le dije a mi hermana que en cuanto pudiese iba a ir a visitarla y que le deseaba un buen primer día de clase. Me la imaginaba con su uniforme minúsculo y su mochila de Cars y sentí un profundo remordimiento.

Los días pasaron y el jueves ocurrió algo que me dejó completamente descolocado: al subir a mi habitación después de llegar exhausto de la universidad escuché ruidos y risas procedentes de la habitación de Noah. Sin dudarlo un segundo abrí la puerta de golpe y allí me la encontré con tres amigas y dos tíos. El humo que había en el cuarto y el intenso y denso olor te daba a entender perfectamente que estaban fumando porros. Jenna estaba allí junto al imbécil del amigo que se había enrollado con Noah el día del juego de la botella. Sophie también estaba y solo llevaba la falda del colegio y un sujetador rojo de encaje.

—¿Qué demonios está ocurriendo aquí? —bramé en cuanto vi aquel espectáculo. Gracias a Dios Noah estaba completamente vestida, pero tenía entre sus dedos un pitillo blanco del que salía una humareda blanca que la envolvía.

—¡Nicholas, lárgate! —me gritó ella poniéndose de pie.

Me cegaron las ganas de zarandearla y de echar de una patada a todos los allí presentes.

Di cinco pasos hasta llegar hasta ella y le arrebaté el porro de la mano.

—¿Qué haces fumando esta mierda? —le pregunté fulminándola con los ojos.

Ella me observó unos instantes y después se encogió de hombros indiferente. Tenía los ojos rojos y las pupilas dilatadas. Estaba colocada.

—¡Todos fuera! —grité a los demás.
Las chicas se sobresaltaron y los dos tíos me miraron desafiantes. —¿Qué te pasa, tío? Solo estamos pasando el rato —exclamó uno de ellos poniéndose de pie y encarándome.

Le lancé una mirada asesina.
—Vale, vale, tranquilízate, tío —me dijo y se puso a recoger las cosas. Noah estaba con las manos apoyadas en sus caderas con semblante retador.

—¿Qué problema tienes? —me soltó ignorando a sus amigos, que se marchaban por la puerta.

Esperé hasta verlos desaparecer, incluida la idiota de Jenna, y cerré la puerta de un portazo.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora