Capítulo 2

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NICK

—Noah —me contestó cortante—. Me llamo Noah.

Me hizo gracia la forma con la que me fulminó con la mirada. Mi nueva hermanastra parecía ofendida porque me importase una mierda cuál fuera su nombre o el de su madre, aunque he de admitir que del de su madre sí me acordaba. ¡Cómo para no hacerlo! Los últimos tres meses había pasado más tiempo en esta casa que yo mismo, porque sí, Raffaella Morgan se había metido en mi vida y encima venía con acompañante.

—¿No es un nombre de chico? —le pregunté sabiendo que eso la molestaría—. Sin ofender, claro —agregué al ver que sus ojos color miel se abrían con sorpresa.

—También es de chica —me contestó un segundo después. Observé cómo sus ojos pasaban de mí a Thor, mi perro, y no pude evitar volver a sonreír—. Seguramente en tu limitado vocabulario no existe la palabra «unisex» —añadió esta vez sin mirarme. Thor no dejaba de gruñirle y enseñarle los dientes. No era culpa suya, le habíamos entrenado para que des- confiara de los desconocidos. Solo haría falta una palabra mía para que pasara a ser el perro cariñoso de siempre... pero era demasiado divertido ver la cara de miedo que tenía mi nueva hermanita.

—No te preocupes, tengo un vocabulario muy extenso —repliqué yo cerrando la nevera y encarando de verdad a aquella chica—. Es más, hay una palabra clave que a mi perro le encanta. Empieza por A luego por TA y termina en CA. —El miedo cruzó su rostro y tuve que reprimir una carcajada.

Era alta, seguramente uno sesenta y ocho o uno setenta, no estaba seguro. También era delgada y no le faltaba de nada, había que admitirlo, pero su rostro era tan aniñado que cualquier pensamiento lujurioso hacia ella quedaba descalificado. Si no había oído mal ni siquiera había acabado el instituto, y eso se reflejaba claramente en sus pantalones cortos, su camiseta blanca y sus Converse negras. Le hubiese faltado tener el pelo recogido en una coleta para pasar por la típica adolescente que espera impaciente en interminables colas a que abran las puertas de un gran establecimiento para comprar el último disco del cantante por el que suspiran todas las quinceañeras. Sin embargo, lo que más atrajo mi atención fue su cabello: era de un color muy extraño, entre rubio oscuro y pelirrojo.

—¡Qué gracioso! —exclamó ella con ironía pero completamente asustada—. Sácalo fuera, parece que vaya a matarme en cualquier momento —me pidió retrocediendo. En el mismo instante en que lo hizo, Thor dio un paso hacia delante.

«Buen chico», pensé. Tal vez a mi nueva hermanastra no le vendría mal un escarmiento, un recibimiento especial que le dejara bien claro de quién era esa casa y lo poco bien recibida que era en ella.

—Thor, avanza —le ordené a mi perro con autoridad. Noah lo miró a él primero y luego a mí, retrocedió un poco más, hasta que chocó contra la pared de la cocina.

Thor avanzó hacia ella poco a poco, enseñándole los colmillos y gruñendo. Daba bastante miedo, pero yo sabía que no iba a hacerle nada... no si yo no se lo ordenaba.

—¿Qué estás haciendo? —inquirió ella mirándome a los ojos—. No tiene ninguna gracia.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora