Capítulo 9

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NOAH

En cuanto Nick se fue me senté en mi cama para recuperar el aliento. «Carreras»... Dios mío ese sí que era mi punto débil. Había sido una de las pocas cosas que había heredado de mi padre y los pocos momentos que había disfrutado de su compañía. Recuerdo haber estado sentada en el suelo junto a sus pies mientras daban las competiciones de coches Nascar por la televisión... Mi padre había sido uno de los mejores pilotos de su época, hasta que todo se estropeó...

Podía ver la cara de mi madre cuando me prohibió terminantemente volver a tener algo que ver con los coches, las carreras y ese mundo. Con solo diez años ya sabía conducir casi a la perfección y cuando me crecieron las piernas lo suficiente para llegar a los pedales mi padre me dejó correr con él. Fue una de las experiencias más alucinantes de mi vida: aún puedo recordar la euforia de la velocidad, la arena pegándose a los cristales y entrando en el coche, el chirrido de las ruedas... Pero, sobre todo, la tranquilidad mental que me generaba. Correr hacía que todo lo demás no me im- portara; solo estábamos el coche y yo: nadie más.

Pero eso era agua pasada... mi madre me había prohibido terminante- mente volver a acercarme a un coche de carreras y fue algo que simplemente tuve que aceptar por mucho que lo echara de menos.

Con un suspiro me incorporé y cogí mi teléfono, que no dejaba de vibrar. Mis amigos no parecían echarme de menos. Aquella noche iban a otra fiesta y ni siquiera se habían dado cuenta de que yo seguía en el grupo de chat, donde podía leer todos los detalles sobre la bebida, la gente y lo que se iban a meter todos aquella noche.

Sentí un pinchazo de dolor y de irritación también. Dan aún no me había llamado; yo ansiaba escuchar su voz, hablar como hacíamos antes de que me marchara, horas y horas... ¿Por qué no me llamaba? ¿Se había olvidado de mí?

Con esos pensamientos salí de mi habitación para encontrarme con mi madre y Will en el vestíbulo. Él lucía un esmoquin y parecía un actor de Hollywood con su elegancia y aquel porte que, para mi desgracia, había heredado también su hijo. He de admitir que cuando había visto a Nick con aquel traje negro y la camisa blanca había tenido que contener las ganas de abrir los ojos de forma desmesurada y sacarle una foto. El tío estaba más que bueno, eso tenía que reconocerlo, pero ahí se acababa cualquier cosa positiva respecto a él... No obstante, me había sorprendido que estuviera metido en carreras de coches... Al fin y al cabo compartíamos algo más que nuestro tatuaje.

Mi madre estaba espectacular. Aquella noche acapararía todas las mira- das y con razón.

—Noah, estás preciosa —declaró mi madre con la cara resplandeciente, claro que ella era mi madre, siempre iba a estar preciosa a sus ojos.

Will me observó detenidamente y frunció el ceño. Me sentí incómoda al instante.

—¿Pasa algo? —pregunté sorprendida y molesta al mismo tiempo. No se iba a poner a decirme que me tapara, ¿no? Que lo pensara yo, tenía un pase, pero que me lo dijera él... No sé qué sería capaz de contestarle.

Él relajó el rostro.
—¡Qué va, estás guapísima...! —repuso y volvió a fruncir el ceño. —Espera, solo un retoque —dijo mi madre, rebuscando en su bolso y sacando un pequeño espray y rociándome con él los hombros desnudos y el escote—. Así brillarás todavía más.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora