Capítulo diecinueve.

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CODY NEILL.

      Me adentro al instituto hecho un rayo. Mi cabello despeinado cae encima de mi frente y la mochila que llevo colgada, salta de un lado a otro en lo que corro hacia el salón. Por los pasillos, son muy pocas las personas que lo frecuentan y con razón, ya que todos deben estar en sus respectivas clases. 

     Anoche terminé cenando en casa de Alina y no nos dimos cuenta de lo tarde que era hasta que ella misma me aconsejó retirarme. Sinceramente, me la pasé tan bien que el tiempo se me pasó volando. Pero en efecto, dicho desvelo tuvo consecuencia. Hoy en la mañana no he sentido el despertador y no estaría aquí de no ser porque mi madre subió a ver si todo estaba bien. 

     Entro a mi aula correspondiente, dónde todos los alumnos poseen en sus manos la hoja del examen. Busco la mirada del profesor. Tan exigente y estricto como siempre. Pero lo miro con tanta pena y tanto miedo que, luego de regañarme y tratarme de irresponsable, accede a que realice la prueba. 

     Sin rechistar ante sus malos gestos hacia mi, tomo asiento en uno de los pupitres del medio. Estos siempre quedan vacíos y no era momento de ponerme a elegir cual pupitre es mejor para mi. Simplemente vi uno y me senté, y luego de haberme sentado, comencé a realizar dicho examen. 

     Como era de esperarse, es difícil y confuso. Tengo que releer la letra una y otra vez para entender bien la consigna y no equivocarme. Porque, por si fuera poco la exigencia, la prueba es de temática múltiple opción. Es decir, hay que leer bien, por no decir excelente. 

     Sin embargo, luego de tanto tiempo, terminé entregando mi examen con anticipación. La satisfacción se notó en mi rostro, ya que el profesor me regaló una cara de confusión y estoy seguro que si tuviera la oportunidad, me lo corregiría en el momento para saber si está listo o no. 

     Al igual que algunos compañeros que ya terminaron, salgo del salón. Camino haca el patio del instituto, aprovechando el sol. El clima hoy está bastante mejor que ayer, pero aún sigue resultado un poco difícil no erizarse ante las ráfagas de viento. 

     Me detengo detrás el ventanal al ver a Norris a lo lejos. Luce una chaqueta de jean y unos pantalones color beige con los cuales se nota la musculatura que poseen sus piernas. Observo que se ha aclarado el pelo, ya que se lo mueve con la mano una y otra vez, como si quisiera encontrar el ángulo perfecto para el mismo. Fijo más atención y a su lado veo a una chica cabello castaño, con quién parece hablar. 

     Pareciera que solo están hablando, pero por su manera de moverse y sonreír, solo me confirma una cosa: está coqueteando. 

     Siento la rabia dentro de mi cuerpo cuando su mirada choca con la mía y éste, a pesar de que pudo darse cuenta de que estoy aquí, mirando, solo me ignora. 

—¿Cómo te ha ido? —Pego un salto al ver a Tyler parado junto a mi. Observa la misma escena que yo, pero le resta importancia. Como si ya no le sorprendiera lo que estoy viendo. 

—Bien. ¿Y a ti? —Comenzamos a caminar hacia la cafetería. Pero aunque intente distraerme, nada me saca de la cabeza la imagen de Norris coqueteando con una chica que no es Bell. 

—Más o menos, pudo haber sido mejor —toma asiento en una de las mesas. 

     A veces, cuando lo escucho hablar sobre sus estudios con esa indiferencia, me pregunto que hará cuando ingresemos a la universidad. Siempre dice que en el instituto estudia para asignaturas que "no le sirven para nada" y por lo contrario, en la universidad estudiará algo que le guste, por tanto, no se le hará tan pesado. 

     Honestamente, no comparto su pensamiento. Es cierto que estudiamos para asignaturas que no nos interesan o que nos parecen poco interesantes, incluso hasta inservibles. Pero siento que cada una de ellas nos prepara para el futuro. Además, no me creo eso de que en la universidad todas las asignaturas te gustarán. Por favor. 

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora