Capítulo veinte.

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CODY NEILL.

—¡Eso me pone muy feliz por ti! —Exclamo, con emoción. 

     Con mi más amplia sonrisa, tomo la mano de Bell en un acto de impulso y alegría. Pero poco a poco, la suelto, quitando mi expresión de felicidad al ver su expresión facial. Es difícil de leer, pero puedo notar ese sentimiento de culpa. 

     Algo no anda bien. 

—No te veo contenta —carraspeo, sintiéndome ridículo por haber festejado un logro que a ella, no le causó el mismo efecto. 

     No tengo la cuenta de cuanto tiempo llevemos hablando, pero debe de rondar cerca de media hora como mínimo. Al principio, pensé que me hablaría sobre su relación con Tyler. Cargaba ilusión de que dichas lagrimas se debieran a una emoción, pero a medida que iba expresando lo de sus adentros, comprendí que la única función de mi amigo, fue consolarla. 

—Porque no lo estoy —admite. 

     En todo el rato, no ha hecho contacto visual conmigo y en parte, lo agradezco. Aunque de manera inconsciente, mis ojos buscan los suyos constantemente. 

—¿Por qué no? ¡Acabas de aprobar! ¿Sabes a cuantas personas les gustaría recibir ese tipo de noticias? —Hablo con indignación, como si no pudiera creer que no tuviera felicidad de haber sacado la mejor calificación del salón. Siendo una de las alumnas destacadas del semestre y por tanto, haber pasado la asignatura. 

—Norris y yo estudiamos juntos —rasco mi nariz con incomodidad—, pero él ha reprobado. 

—Si bueno, muchas personas reprueban —me encojo de hombros. Sin sentir el más mínimo grado de empatía hacia su novio. 

—¡Pero estudiamos juntos! Estaba confiado en que iba a pasar y fui la primera persona que recibió la calificación —voltea a verme, con sorpresa—. Se ha molestado mucho cuando vio que no aprobó el examen. 

—Bueno... es normal frustrarse. 

—¡No se frustró con el examen, Cody! —Quedo paralizado ante su enojo—. Está molesto conmigo porque piensa que no le enseñé todo lo que sabía. Y no es cierto, de verdad. Lo ayudé en muchas cosas, incluso estuve más tiempo ayudándolo a él que estudiando para mi misma. No sé que ocurrió y ahora no quiere hablarme. Es como... 

—Como si estuviera compitiendo contigo. —Finalizo su discurso, con frialdad—. Si quieres que te de mi opinión, me parece ridículo que sea tan egocéntrico de no alegrarse porque su novia si ha pasado un examen importante. Y en segundo, me parece desesperante que todavía lo pongas como prioridad, cuando él ni siquiera tiene la capacidad mental de poder felicitarte por lo que haces bien. 

—Yo creo que...

—Tu crees que justificar es la mejor manera de arreglar la situación. Pero no hay manera de ocultar que Norris, se pone en primer lugar todo el tiempo. Y no, no está mal ser prioridad de uno mismo. Lo que está mal, es disfrutar tus logros y molestarte por los logros ajenos. Mucho más si se trata de personas cercanas. 

—¿Y qué se supone que haga? Ya me he disculpado —me hes inevitable reír sin sarcasmo. 

—¿Disculparte? ¿De verdad crees que debes disculparte con tu novio, por haber estudiado y haber sacado una buena calificación? —Intento hacer que escuche lo ridículo que suena—. Debes disculparte cuando haces las cosas mal, Bell, no al revés. Estás equivocada, con la persona equivocada. 

     Giro hacia atrás al oír un chiflido. Norris camina hacia nosotros apretando el lazo de su mochila. Trae el ceño fruncido, seguramente molesto por verme junto a ella. Sus mejillas, al igual que su boca, mantienen un color rojizo. Extraño, ¿no? De igual manera, decido no hacerle caso a mis pensamientos.

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora