Capítulo quince.

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CODY NEILL.

     La puerta de mi habitación se abre, permitiendo que ingrese aquella mujer que no ha dejado de cuidarme. Trae en sus manos una bandeja de color blanco, dónde encima contiene una sopa de verduras que, en mi opinión, es la mejor. Además, también trae jugo de naranja y una taza de té, seguramente con algo de limón. 

     Con ayuda de mis brazos tomo asiento en el colchón. Es cómo si me hubieran dado una paliza, no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí tan pesado. 

     Junto a mí, en la mesa de luz, hay un tupper transparente con agua que anteriormente estaba fría. Mi madre estuvo media hora colocándome paños en la frente para bajar la temperatura. Luego de eso, me di un baño con agua tibia y mágicamente, la temperatura bajó. De igual manera, aún tengo mucha mucosidad, áspero dolor de garganta y muy pocas ganas de levantarme. 

—Cena tranquilo y antes de dormir volvemos a tomar la temperatura—besa mi frente y le sonrío, en forma de respuesta. 

     El televisor está encendido, pero cómo nunca hay nada interesante, termino colgado en mis redes sociales, videos en YouTube e incluso, en mi galería, dónde me tomo un momento para deshacerme de muchas fotografías insignificantes, las cuales solo se dignan a ocupar espacio.

—¿Quién te ha traído las donas? —Mi madre pregunta, al mismo tiempo que levanta un cojín que he dejado caer. 

—Alina. 

     Meto una cuchara sopera en mi boca, disfrutando el sabor de la rica sopa que mamá prepara. Dicen que todas las mamás tienen una receta específica que les sale exquisito, y en especial, estoy seguro que la de mi mamá, es ésta. 

     Subo la vista, encontrándola con una sonrisa de oreja a oreja. Tal es su entusiasmo que toma asiento a los pies de la cama, restando importancia que sea el lugar con más riesgo de contagio. 

—¿Por qué me miras así? —Río, sintiéndome un poco incómodo ante su mirada. 

—Es un gesto muy dulce —asiento—. Esa chica me encanta. 

—Es muy buena —confieso—, siento que en ella también puedo conectarme conmigo. 

—Yo sé que quizá te de un poco de pena hablar de estas cosas con tu madre. Pero a veces es necesario hablar de ciertos temas y... no lo sé, quisiera que me tengas en cuenta si tienes dudas de algo. 

     Me le quedo viendo con seriedad, hasta que finalmente termino soltando varias carcajadas. 

—¡No voy a contarte mis experiencias sexuales!

—¿Por qué no? —Ríe conmigo. 

—¡Porque no! —Me detengo para respirar—. Además, tú no sabes si ya las he tenido. —Se cruza de brazos—. Bien, no la he tenido. Pero igual, no te voy a contar eso, mamá. 

—La confianza entre madre y hijo es primordial, Cody. ¡Primordial! 

—Bien. Entonces vendré y te diré, oye mamá, tendré relaciones con Alina hoy. No entres a la habitación. 

—En mi casa no, puerco. —Me golpea con un almohadón, provocando que la sopa casi termine en el suelo—. Ya, termina de cenar. Te amo. 

—¡Yo más!

     Lanzo un beso y vuelvo a tomar el móvil. Alina aún no ha respondido mis mensajes y me siento ansioso porque lo haga. Tengo ganas de enviarle otro y al mismo tiempo no quiero parecer pesado. Pero realmente, hablar con ella en la noche es algo que me gusta mucho, en especial hoy, ya que dudo pueda dormir con la comodidad habitual. 

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora