Capítulo uno.

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CODY NEILL.

     Al momento de despertar, compruebo que la alarma aún no ha sonado. Anoche me dormí tan temprano que mi cuerpo está lo suficientemente descansado como para despertarse por sí solo. Sin embargo, sigue sintiéndose fatal.

      Me quedo viendo hacia la ventana; todavía no ha amanecido. Al quitarme de encima las cinco frazadas con las que mantengo mi cuerpo arropado, siento como mi piel se estremece ante el gélido aire. Ni siquiera he salido y ya reconozco el agobiante día que me espera hoy.

     Que locura, como el clima puede acoplarse perfectamente a tu estado de ánimo.

     Tengo prisa al vestirme, recordando como años anteriores solía tomar duchas a la mañana, para ir más fresco al instituto. Con el tiempo, los días fríos se hicieron aún más fríos y ya no lo soportaba. Entonces opté por ducharme en las noches. Me ha servido bastante, sobre todo para dormir bien. Aunque últimamente, esto me pesa mucho.

     El silencio de la casa, es costumbre para mis oídos. Soy la única persona que se levanta tan temprano por la mañana, ya que no es hasta una hora más tarde que mis padres bajan. Porque sí, soy hijo único.

     De pequeño, siempre quise tener un hermano, pero mis pedidos fueron ignorados y con el tiempo lo fui olvidando. O quizá simplemente me resigné, no lo sé.

     En todos lados me caracterizo por ser una persona bastante silenciosa, pero muy confiable. Si bien no pude tener hermanos de sangre, tengo un hermano de corazón, como lo es Tyler. Y también mi mejor amiga, la pequitas Bell. Aunque bien, no es precisamente alguien que quiera recordar en estos momentos.

—Te levantaste más temprano —miro a mi padre, mientras soplo la taza de café que acabo de servir.

     Son pocas las veces que desayunamos todos juntos. Normalmente me voy cuando ellos apenas toman asiento en la mesa, paso por Bell y de allí nos dirigimos al instituto. Bueno, eso hacía antes de que llevarla fuera un caos. Estoy completamente seguro de que eso no será un problema a partir de hoy.

—Y tu madre también —escucho su voz desde las escaleras.

     Los rayos solares entran por la ventana de la cocina, mostrando como el cielo se comienza a despejar. Sin embargo, dicho sol es engañador, haciendo pensar que el día estará cálido cuando la realidad, es que saldrás y te encontrarás con un clima horrible. Qué coincidencia que muchas personas posean una personalidad bastante similar.

—¿No tendrías que irte? —Mi madre señala el reloj.

     Como dije antes, usualmente a esta hora salgo de casa cuando paso a recoger a mi mejor amiga. Pero como ya no tengo que hacerlo, podría salir más tarde. De igual manera, eso implicaría explicarle a mi madre la mochila de problemas que llevo conmigo, los cuales muchos son míos, pero también cargo con otros que no me pertenecen... y realmente no tengo ganas.

     Tomo mi mochila y me despido de ellos con un beso en la mejilla, antes de salir de la casa. Cuando empieza a bajar el sol, es decir, anochecer, consideramos momento para que mis padres y yo pasamos más tiempo en familia. Por las tardes, es costumbre que las pase en solitario, y en la mañana, apenas cruzamos alguna que otra palabra. Ambos están con mucho trabajo, pero me pone feliz que ambos hacen lo que les gusta y eso es algo que siempre me han inculcado. No ver por el dinero, ver por lo que quiero.

    Me monto a mi motocicleta sintiendo, al instante, aquel asqueroso sentimiento de vacío. Encima de ella parece que el aire fuera azotando tu piel una y otra vez, pero una vez que la paras, sientes como tu cuerpo vuelve a calentarse.

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora