Capítulo dieciséis.

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CODY NEILL.

Hace un tiempo atrás, antes de que Norris llegara a nuestras vidas, solíamos hablar de nuestros intereses, metas y deseos. La fotografía era uno de los intereses de Bell, quién nos comentó que entraría a un concurso este mismo mes.

Dicho recuerdo se me vino a la mente al ver el aviso en el inicio de mi red social, ya que sigo a la página del taller en el que mi amiga iba a inscribirse. Automáticamente me adentro al perfil para ver las inscripciones y en efecto, hace tres días subieron las personas que iban a concursar, entre tantos nombres, ninguno era el de Bell.

Me parece extraño, porque cuando habló de dicho concurso, noté un entusiasmo muy grande. Bell tiene la capacidad de tomar una fotografía a una simple hoja y convertirla en un retrato digno de un cuadro de sala. Si bien nuestra conexión ya no es la misma, siempre me ha hecho ilusión verla inscripta, porque si bien no es algo que a mi me llame la atención, a ella le fascina.

Termino dejando el computador a un lado, restando importancia. No hay manera de saber que pasó, si se arrepintió, si ya no había más lugar o si se le pasó la fecha. También está la posibilidad de que se haya olvidado, ya que lo hablamos hace varios meses atrás.

—¿Cómo te sientes? —Mamá pregunta, al verme bajar por las escaleras.

Ambos están viendo un programa en la televisión, mientras dos tazas de café los acompañan.

—Mucho mejor que ayer —admito.

Hoy me he levantado con el resfrío más leve que los días anteriores. Ya no siento tanta congestión en la garganta y tampoco tengo la fatiga que tenía anteriormente. Sin embargo, aún lucho con la mucosidad de mi nariz que tarda en irse.

—¿Cómo vas con los estudios? —Pregunta, mi padre.

Camino hacia la cocina para prepararme un sandwich. He tomado tanto té con limón que literalmente, verlo en su saco es suficiente para querer tirarlo a la basura.

—Bien, creo que bastante bien —me encojo de hombros, mientras saco el móvil del bolsillo.

Pensar en los exámenes me genera un poco de miedo. Si en estos exámenes nos va mal, para los finales tendremos que poner el triple de esfuerzo si no queremos reprobar la materia y precisamente es lo que no quiero.

Tomo asiento en la mesa. He intentado mantenerme un poco a distancia a pesar de que estamos en la misma casa. Hoy limpié todo tal y como dijo mi padre. Abrí las ventanas, oree la casa y en especial, mi habitación. También lavé los pisos y cambié las sábanas de mi cama, además de usar el aerosol desinfectante.

Me cansé mucho y el polvo me congestiono por demás, pero algo que fue inevitable notar y que causo placer en mi, fue la energía que tomó el lugar. No era consciente de que al no estarlo ordenando, la energía estaba un tanto pesada. En este momento lo siento más lindo, fresco y ligero.

—¿Cómo está Alina? —Papá vuelve a hacer su papel interrogativo, sin voltear a verme.

Desde que Alina asiste a mi casa, mis padres han ignorado el hecho de que también hay otra chica que venía aquí cuando ellos estaban y su nombre, es Bell.

—Bien —miento. En realidad no se si está bien o si todavía sigue molesta, no he platicado con ella hace dos días.

—¿Y Tyler? Hace mucho no veo al muchachín —continúa.

—Está estudiando. Es una semana complicada, muchos de nosotros dejamos todo para último momento.

A veces tengo la sensación de que a mi madre le cae mejor Alina que Bell. Digo esto, porque mi padre cuando la chica nueva no venía a casa, siempre preguntaba como estaba nuestra amiga. Pero ahora que ni la nombro, parece no recordar que ella también asistía a nuestro hogar y muchas veces, compartía mesa con nosotros.

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora