Capítulo once.

582 149 168
                                    

CODY NEILL.

     Cuando el cielo está despejado de nubes, contemplar las estrellas es mi momento favorito. Observo con tanta atención, que soy capaz de diferenciar aquellas que brillan más que otras, o algunas que parecen tener una distancia menor entre sí. Una vez, mirando la luna, me pareció una locura saber que a pesar de que puedo verla, jamás podría conocerla y de algún modo, parece ilógico.

     Son las cuatro de la mañana. Veo a los perros de mi vecina, mirándome a través de las maderas de su patio, seguramente preguntándose que hago aquí sentado, solo. ¿Acaban de leer eso? ¡Acabo de pensar que un perro puede sacar suposiciones! En efecto, me he vuelto loco.

     Considero a la soledad como una de mis mejores terapias. La tranquilidad que ella es capaz de brindarnos constantemente, me da espacio para pensar con inteligencia. Recordando antiguas cosas para analizar mi presente. Mi antiguo yo, incluía a Bell, y estoy decidido a dejar que eso continúe.

     Aún con los ojos fijos en el cielo estrellado, vuelvo a recordarla. Su compañía me encanta, su personalidad me fascina y al verla, no hay una manera de explicar todo lo que es capaz de producir en mi interior. Pero actualmente, llegó a un punto en dónde el presente interrumpe esos lindos recuerdos, y me hace recordar lo que la realidad muestra en este momento. Bell con Norris, en dónde ninguno de los dos transmite esa felicidad que notas al ver una pareja de cualquier edad. Ahí, es cuando Alina aparece.

     Ella no tiene el mismo efecto que Bell tenía en mi. No tiene el poder de hacerme balbucear cada vez que la tengo en frente. Alina tiene otro poder, un poder en dónde me deja ser yo. Uno en dónde no le importa que tan distraído o distante puedo ser. Un poder en dónde toma las riendas, uno en dónde me hace sentir un niño mimado. Con ella, puedo ser Cody. 

     Enamorarme de Bell, no fue de las mejores cosas que pude hacer en la vida. Puesto que una vez mis ojos estaban encima de ella, jamás me sentí cuidado. Nunca sentí ni un pequeño gesto que me haga sentir bien conmigo, porque siempre estuve tan pendiente a que ella esté bien, que nunca me detuve a pensar que mi amiga, no estaba pendiente a si yo estaba bien. Pero luego, cuando una chica nueva se toma el atrevimiento de hablarme en pocas semanas, entiendo que hay alguien que se interesa por mí. 

     Y lo que es mejor, por primera vez siento el efecto que tiene.

     Yo cuido a Bell. Y Alina... Alina me cuida a mí. 

—¿Estabas durmiendo? —Pregunto, al momento en que contesta la llamada. 

     Con una mano sosteniendo el móvil en mi oreja, juego con el césped con la otra. 

—Sí —suelta un bostezo que me hace reír—. ¿Estás bien?

—Estoy sentado fuera de mi casa y estaba pensando algunas cosas. 

     Se produce un silencio momentáneo en la otra línea. 

—Bien, ya estoy encerrada en el baño así que puedes contarme. 

—En realidad no hay algo que quiera contarte —hablo con tranquilidad—. Solo tomé el móvil y tuve la necesidad de llamarte. 

     Hago un gesto negativo con la cabeza, como si estuviera decepcionado de mi mismo. A veces me pregunto, ¿cuando será el momento en que halle la manera de expresar lo que siento? No conseguí hacerlo con Bell y ahora tampoco estoy consiguiendo hacerlo con Alina. Mi cabeza trabaja todo el tiempo y le da muchas vueltas a determinados asuntos. Al momento de explicarlo para mi mismo, entiendo a la perfección, pero al momento de explicar a la gente lo que me pasa, simplemente no hay palabras que salgan de aquí dentro.

10 razones, Bell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora